Para entrar en una nueva era de crecimiento más armonioso y menos tóxico y para que el capitalismo sea más amable y menos depredador habría que dar paso urgentemente a una nueva economía impura, ecléctica y socialmente responsable que fuera capaz de estudiar el beneficio social neto de las actividades humanas principalmente desde la metafísica, la ecología, o la ética, y no tanto desde los gráficos y las cifras, y mucho menos desde el autismo o la prepotencia seudocientífica del economicismo radical.