Con estas palabras se dirigió Antonio a los trabajadores que están derribando las viviendas de la calle Guillem d'Anglesola cuando las máquinas se acercaban a la que él y su nonagenaria madre tienen alquilada desde hace nada menos que 67 años. Su firmeza ha sido tal que las obras han tenido que ser detenidas a la espera de que los servicios sociales resuelvan esta situación o se proceda al desalojo por la vía judicial. "Nosotros, si no tenemos otra casa, de aquí no nos marchamos", afirma.