Doña María nombró albacea de su herencia -124 millones de pesetas (750.000 euros) en acciones, fondos de inversión y cuentas bancarias- a un prestigioso abogado de Algorta, Bizkaia-. Sin embargo, en lugar de repartir la parte que correspondía a cada uno de los tres beneficiarios -unos 171.000 euros a cada uno, después de impuestos y otros gastos- como era su obligación, se adueñó de 206.000 euros, que «incorporó a su patrimonio», según considera probado la Justicia.
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Bonito eufemismo: "incorporó a su patrimonio"