Hace 13 años | Por Tomaydaca a amazings.es
Publicado hace 13 años por Tomaydaca a amazings.es

Darwin asentaría un duro golpe a esa visión mística del ser humano como principal beneficiario de la creación, un ser humano que pronto se convertiría en un bicho viviente más dentro de la naturaleza. Darwin conocía el proceso histórico de desarrollo de las ideas y olfateó la revolución que se avecinaba: una nueva ecdisis parece inminente. ¿Sabrán los científicos del siglo XXI detectar las próximas ecdisis? O pensarán que esto de la ciencia consiste únicamente en soplar en un globo que se infla, y se infla…

Comentarios

D

Muy interesante artículo. Me atrevería a apuntar que, para que se produzca esa ecdisis, el comportamiento científico debe solventar el eterno combate entre neofílico y neofóbico. Las neofilias empujan al científico a nuevas experiencias, lo hacen buscar afanosamente la novedad. Las neofobias lo retienen, hace que se refugie en lo conocido. Ojo, digo solventar en el sentido de equilibrar, de estabilizar no sólo ambas tendencias entre ellas, sino en su progressus ad futurum. Si perdemos nuestra neofilia, nos estancaremos irremisiblemente. Si perdemos nuestra neofobia, podemos correr hacia el desastre.

Tomaydaca

Un buen número de los científicos actuales puede hacer bien su trabajo, obtener resultados de calidad y hasta ganar premios sin despeinar un solo libro de historia y filosofía de la ciencia o, por lo menos, de historia de su campo científico. Tengo la impresión de que así funciona la mayoría.

Hay un error importante, asistido con entusiasmo por las universidades, en la idea de que para hacer ciencia basta con conocer el corpus que está vigente en cada momento. Según esto, las teorías desechadas, los caminos equivocados, o las raíces que llevaron a los conceptos actuales no son necesarios. Una pérdida de tiempo estudiando vías muertas…

Cierto que los científicos pueden hacer un buen trabajo sin todo eso, y hacer que la nave de la ciencia siga, imparable, navegando por el mar del conocimiento. Pero serán unos científicos sin hitos. Unos científicos que aboyan, con un campo de visión limitado. Es como mirar una película de un IMAX a través de un rollo de papel higiénico –por lo menos hay papel para secarse las lágrimas.