Nunca nadie le dijo al nacer que las piedras no se iban a posar y dificultar el la largo camino de la vida. Una vida que para Adrián y su familia está marcada por el síndrome de Treacher Collins, una enfermedad genética que le ha provocado una malformación que le afecta a los huesos de la cara, el cráneo y el aparato auditivo, impidiéndole comer, hablar o escuchar con normalidad.