El 4 de junio de 1940, Churchill pronunció en el Parlamento británico un discurso conmovedor, feroz, cargado de augurios, una profecía de siniestro optimismo, que es el que solemos escuchar y que nos estremece. Sólo que ese discurso que escuchamos jamás fue pronunciado por Churchill. Y la trampa se convirtió en uno de los secretos mejor guardados de la Segunda Guerra. La verdadera historia es ésta...
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Y de nada le sirvió ser realista: Perdió las elecciones a pesar de haber ganado una guerra.