Durante la Segunda Guerra Mundial, Kitty Schmidt regentaba un prostíbulo en Berlín. Como quiera que hubiera estado ayudando a los aliados, huyó de Berlín pero fue atrapada en la frontera holandesa. Llevada ante la temible Gestapo, la obligaron a colaborar con el régimen nazi para recopilar información de su clientela o en caso contrario, sería internada en un campo de concentración. Y así nació el famoso Salon Kitty.
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