Hace 15 años | Por sacsejam a elperiodico.com
Publicado hace 15 años por sacsejam a elperiodico.com

Tuvo que morir Mantsa, de 6 años, para que el pueblo de Imsker pusiera el último grito en el cielo. Y tuvo que morir en los brazos de la francesa Catherine para que finalmente el dispensario viera la luz. Su pasión por el senderismo la había llevado hasta la remota región marroquí del alto Atlas, donde vivió esa experiencia funesta. Abandonó el hospital de Marsella en el que trabajaba como enfermera, vendió el apartamento de París y, con el dinero ahorrado, corrió a Imsker, a 70 kilómetros de Marraquech, para "poner a salvo algunas vidas"...

Comentarios

niñadelastormentas

Si esto mismo lo hicieran los gobiernos de los paises poderosos el mundo iría mucho mejor...

k

Grande esta mujer!