Hace 13 años | Por pablicius a lemonde.fr
Publicado hace 13 años por pablicius a lemonde.fr

A propósito de los mundiales que se están celebrando en París, donde ha conquistado dos nuevas medallas, Le Monde publica un retrato de Valentina Vezzali, la más grande tiradora de la historia. Más allá de cuestiones técnicas, lo que la hace especial es su descomunal fuerza mental. La que llevó a ser campeona del mundo en 2004 solo cuatro meses después de dar a luz a su hijo. Traducción en comentario 1.

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LA DIVA VEZZALI, EL MEJOR PALMARES DE LA ESGRIMA MUNDIAL

Cuarenta y una medallas, veinticinco de ellas de oro, cinco veces campeona mundial y europea en individual, once copas del Mundo, cinco veces campeona olímpica… la floretista italiana Valentina Vezzali tiene el mejor palmarés de la historia de la esgrima mundial. Esta semana la tiradora ha aprovechado los mundiales de París para añadir dos líneas más a su interminable lista de trofeos: se ha llevado la medalla de bronce en individual el domingo, y la de oro por equipos tres días más tarde.

Con 36 años, su primera oportunidad ya fue al nacer: lo hizo en el país de la esgrima, quien con seis medallas encabeza la clasificación del actual mundial, y ha estado siempre entre los sitios fuertes de esta disciplina. A los 6 años debutó en la esgrima en el club Jesi, que tiene reputación por la formación que ofrece.

Se encuentra diez años después con su entrenador Giulio Tomassini, al que nunca dejará. “Valentina es un producto de la formación italiana. No tiene en sí características técnicas particulares, pero integra perfectamente la especificidad de nuestra enseñanza”, dice el entrenador. “En Italia no se trabajan cosas fijas, no se hace una ‘esgrima dirigida’. La particularidad italiana está en el desarrollo de la visión, en sentir la distancia y adaptar los golpes. Se trabaja una táctica, y luego la contraria”.

Esta inteligencia en combate es en efecto la fuerza de la tiradora italiana, nunca tan fuerte como cuando se trata de contrarrestar a la adversaria. Se la presenta a menudo como una destructora, poco espectacular pero tremendamente eficaz en el contraataque. “Su talento consiste, sobre todo, en autocuestionarse constantemente. Su modo de combatir cambia sin cesar, hasta el punto de que la Valentina de hoy y la de hace veinte años no tienen absolutamente nada que ver”.

Más allá de aspectos técnicos, la floretista se distingue por una fuerza mental extraordinaria, una rabia por la victoria inqubrantable, cualesquiera que sean las circunstancias. Un don que la italiana, campeona del mundo en 2004 cuatro meses después de dar a luz, no explica, como tampoco lo hace su entrenador. “No sé de donde le viene esa fuerza; debe ser de nacimiento”, dice Tomassini. “Es lo que la hace única, un monstruo del trabajo que no soporta la derrota”.

No soportar las derrotas viene tal vez de no soportar a las demás. Apodada “la diva” en el medio de la esgrima, Vezzali protesta a los árbitros, grita tras sufrir un tocado, se pone en todos los estados posibles a la menor contrariedad. Se la describe como colérica y de malos modos. “No hace todo eso para perturbar el desarrollo del combate. Es impulsiva, y no soporta la injusticia. Resultado, se planta cuando le parece que el árbitro se equivoca. El problema es que, con frecuencia, es él quien tiene razón”.

Al principio de la semana la diva tuvo un muy buen motivo para enfadarse: en semifinales de la competición individual del mundial fue eliminada por su compatriota Arianna Errigo, juvenil de catorce años, con quien jamás había combatido. Su segunda derrota en setenta combates este año. “Valentina es un modelo para todas las floretistas italianas, quienes la conocen de memoria. Antes de estos mundiales, no se sentía muy bien. Es difícil encadenar resultados tras una temporada tan perfecta, donde ganó el campeonato de Europa, y ocho de nueve torneos”.

Los Juegos Olímpicos de Londres deberían ser el último desafío de Valentina Vezzali. Es lo que ella misma ha dejado oír. El entrenador tiene dudas: “conociéndola, no sé qué decir. Si tiene un segundo niño, seguro que lo deja. Pero no sé si podrá pasar sin el sabor de la victoria”.