Hace 13 años | Por Tucurica a weblogs.clarin.com
Publicado hace 13 años por Tucurica a weblogs.clarin.com

Los dispositivos técnicos que provocan turbulencias en la cultura de una sociedad determinada suelen estar presagiados por años, décadas o siglos, de imaginación y fantasía. Leonardo Da Vinci había conjeturado ingenios voladores a comienzos del siglo XVI; Elmer de Malmesbury lo hizo en el siglo XI. A Julio Verne se le atribuye haberse anticipado al helicóptero, a Internet, el ascensor, los grandes trasatlánticos, los submarinos, los viajes a la Luna y mucho más. Con las redes sociales, sin embargo, no pasó nada parecido: sólo aparecieron y ya.

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En ¿Sueñan los androides con ovejas electricas? de P. K. Dick hay un atisbo de red social en la religión descrita en el libro, en donde todos se conectan a computadores y comparten sus sentimientos con todos. No recuerdo el nombre de la religión, pero seguro que alguien se acuerda y completa.

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Las redes sociales son lo más superficial del mundo, si alguien lo hubiera imaginado antes desde luego habría tenido una visión del futuro impregnada de superficialidad.

Son un boom ahora, todo el mundo quiere estar presente y rellenarlo (bueno, casi todos), pero al final casi siempre se resume en usarlo para subir tus fotos de la última salida de fin de semana para que todo el mundo pueda ver lo bien que te lo pasas y lo fantástica que es tu vida, aunque en el fondo no sea más que otra cosa que echar al montón de las modelos que salen en las revistas, las familias perfectas de las fotos de publicidad (todo sonrisas y luz) y los modelos corporativos de empresas en las que todo el mundo parece divertirse y jamás hay presión, un mundo que sencillamente no existe pero al que esas cosas nos hacen aspirar y suspirar.

En el fondo tienen su utilidad, para poder comunicarte en ciertos casos viene hasta bien, pero se han desvirtuado hasta el punto de no ser más que algo que te da una falsa ilusión de socialización. Mis amigos de verdad son los que me llaman para ir a tomar unas cañas y me preguntan qué tal estoy en mi nueva vida, esos en los que me puedo apoyar si en algún momento me hace falta, desde luego no diría que ninguno de mis contactos de Facebook puede hacer eso por mí, ni yo por ellos.

Si nadie las imaginó, supongo que lo peor que ha podido pasar es que nos hayan cogido por sorpresa o que no hayamos podido huir de ellas a tiempo.

Aunque admito que el artículo está bastante curioso