Distinguir lo verdadero de lo falso o la historia de la ficción es más difícil de lo que parece. El mito fundacional del rey Arturo surge de la intención de dotar a Britania de un pasado que no tenía frente a los normandos, que habían conquistado Inglaterra y difundían el Cantar de Roldán y el culto por Carlomagno. Y para que su invento tuviera efecto, el autor presentó sus fantasías con la apariencia de la Historia, afirmando que se trataba de una narración fidedigna del pasado.
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Otro caso similar es la Historia de la Iglesia, de Eusebio de Cesarea. Completamente inventada y tan aceptada en nuestra cultura que hace unas semanas todos los medios titulaban que Francisco es el 266° papa de la ICAR, aceptando implícitamente como históricos más de cien años de papas inventados.