En 1983, cuando yo hacía mis pinitos en la informática con el ZX Spectrum, salió a la luz un juego que [...] bajo el sugerente título de Dictator, emulaba el gobierno de un país donde tú eras el dictador y tomabas decisiones que convenían más o menos a cada sector de la población. Cuando uno se ofrece a dirigir un país, gana unas elecciones presentando un programa con lo que va a hacer y por tanto también con lo que no va a hacer, se supone que tiene una idea de por donde van los tiros.
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En el juego de sillones nunca llega el invierno... No es programable la política actual.