En medio de una temporada televisiva en la que las novedades no están brillando como cabía esperar, la dosis necesaria de droga seriéfila nos la están proporcionando los viejos conocidos. Con permiso de Mad Men, el disfrute máximo lo hemos encontrado en lo que al principio parecía una serie más de abogados y que se ha manifestado como un coloso que, capítulo tras capítulo, no para de crecer.