El gestor de la prohibición en Cataluña dice que en nombre de la libertad no puede permitirse todo. Leonardo Anselmi se encerró en una jaula y se transformó en un perro doméstico. Acurrucado, sediento, hambriento, sin poderse estirar dentro de esa cárcel de un metro cuadrado, comprobó lo que significaba ser exhibido en público, de sol a sol, a la espera de que alguien lo comprara y parara la tortura. Su gesto consiguió matar la indiferencia del gobierno, que a los pocos días clausuró la venta callejera de especies, común en las ramblas.
Comentarios
Y tuvo que venir un chico de Argentina a contarnos que somos unos bárbaros.
Bravo!