Más de uno se acordaría en la madrugada de ayer en Jumilla de la tragedia de Puerto Urraco o de las carnicerías a las que nos tiene acostumbrados Estados Unidos, en las que un perturbado con un arma de fuego empieza a disparar indiscriminadamente y sin ningún motivo contra todo ser humano que se cruza en su camino. Esta vez, sin embargo, la historia acabó bien, si ningún disparo ni heridos y con el culpable detenido y encarcelado.