la oportunidad que se le presentaba a Felipe II para acabar con el poder del maestre de Montesa y de su orden era enorme y no dudó en aprovecharla. La sentencia llegó en 1575: culpable. En cualquier otro caso, la pena habría sido la muerte, pero la dignidad del personaje le libró de la hoguera. Debería pagar una considerable multa de 6.000 ducados y permanecer encerrado en el castillo de Montesa  
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