Durante años difíciles, los intelectuales eran los que marcaban la pauta de hacia dónde había de ir el mundo. Para entendernos, eran la infantería de marina que abría paso a los políticos. Así debió de ser, porque con la democracia algunos intelectuales entraron en el organigrama del poder y para ellos se acabó el pensamiento y empezó la obediencia.