Cuchillos, bolsos falsificados de Louis Vuitton, viejas cintas de vídeo de películas sobre Pancho Villa, deuvedés de Maná o Miguel Bosé, perfumes, herramientas, un revólver antiguo, televisores de plasma, bicicletas, radiocasetes, algún juego infantil, mochilas, guantes de goma... Todo esto, y mucho más, no son objetos a la venta en un clandestino mercadillo callejero.
Basta una rápida visita a los viejos archivos para ver piezas de convicción con hasta treinta años de antigüedad: matrículas falsificadas, escopetas u obsoletos ordenadores relacionados con delitos ya olvidados cometidos en los pasados años ochenta y noventa.
Se podría hacer un museo arqueológico-judicial con todo ello.
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Basta una rápida visita a los viejos archivos para ver piezas de convicción con hasta treinta años de antigüedad: matrículas falsificadas, escopetas u obsoletos ordenadores relacionados con delitos ya olvidados cometidos en los pasados años ochenta y noventa.
Se podría hacer un museo arqueológico-judicial con todo ello.