Cada vez son más las personas que, hartas de sufrir el ruido y la pasividad de las autoridades locales, presentan batalla. En la última década, una serie de sentencias judiciales han condenado a dueños de bares incluso a penas de cárcel y han exigido a la administración daños y prejuicios. La del silencio no es una batalla perdida, aunque sí larga, dura y, a veces, incomprendida...
Comentarios
La desidia municipal sobre el ruido es un tipo de corrupción.