Publicado hace 12 años por javier.trigueros a davidbarreiroblog.blogspot.com.es

El chambelán, inquieto, iba y venía por el claustro con las manos anudadas a la espalda, ligeramente encorvado hacia delante y dando largas zancadas evitando, por su trastorno obsesivo compulsivo, pisar las juntas del baldosado de motivos geométricos. No había funcionado. Creyó que sustituir los ciervos por los monigotes de espuma, el movimiento por la quietud, resolvería el problema. No fue así, lo único que hizo fue acrecentarlo. El monarca había fallado todos y cada uno de los disparos