Solo cuatro días después del asalto, crece la preocupación sobre la violencia que se están empleando en las redadas contra las milicias de Gadafi. Casi todo vale. Basta un simple soplo de un vecino de Trípoli acusando a otro de gadafista o de pertenecer a los Comités Revolucionarios impulsados por el líder libio para acabar ejecutado. Incluso cualquier joven puede ser tachado de mercenario del tirano y, sufrir por tanto las peores consecuencias, por el mero hecho de ser negro, cuando posiblemente había huido de algún confín de África en busca d
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