Publicado hace 13 años por Javier_Fernandez_Iglesia_1 a blogs.elpais.com

En los países católicos bastaba la confesión para borrar de un plumazo, por ejemplo, la culpa de un adulterio. Durante siglos ha estado tácitamente asumido que lo confesado era un secreto absoluto para el sacerdote y un asunto privado del pecador, así que una aventura de índole sexual casi nunca...