Hace 12 años | Por iramosjan a foreignaffairs.com
Publicado hace 12 años por iramosjan a foreignaffairs.com

Los problemas de la Eurozona, incluida la posibilidad de que Grecia la abandone, ya no pueden llamarse una crisis. Lo que aparentemente es una significativa inestabilidad en realidad es tan solo un lento proceso de adaptación al nuevo ordenamiento económico del continente (la entradilla es traducción del sumario del artículo) (Nota: traducción al castellano en el primer comentario)

Comentarios

iramosjan

[Antes de comenzar, que conste que solo estoy de acuerdo en parte con el autor, pero su artículo me ha parecido enormemente interesante de todas formas]

La nueva normalidad de Europa
Está aquí, es confusa, habrá que acostumbrarse
por R. Daniel Kelemen

Los problemas de la eurozona ya no pueden considerarse una crisis, una situación inestable que puede tanto mejorar subitamente como experimentar un dramático cambio a peor. Son, en cambio, una nueva normalidad - una situación, desde luego dolorosa, que no terminará en largos años. Los ciudadanos, los inversores y los gestores públicos y privados deberían abandonar la idea de que existe una especie de bala de plata capaz de matar rapidamente todos los males de Europa. Del mismo modo, y a pesar de que existe una posibilidad real de que Grecia la abandone, la eurozona no está al borde del colapso. La Unión Europea y su moneda única resistirán, pero el camino de la recuperación será largo.

Han pasado casi dos años y medio desde que el nuevo gobierno socialista de Grecia desveló hasta qué punto se había endeudado su predecesor, precipitando una tormenta económica que ha dejado a su paso presupuestos recortados, gobiernos colapsados y cifras record de desempleo. A cada paso del drama los observadores han vaticinado el final de la historia. Pero una y otra vez la resolución definitiva, ya fuese en forma de una política salvadora o de un colapso definitivo, nos ha eludido.

Lo cierto es que no existen salidas rápidas del predicamento de la eurozona. El divorcio no es solución. Aunque algunos economistas sugieren que los países periféricos en apuros podrían abandonar el euro y volver a emplear sus monedas nacionales para recuperar competitividad y restaurar el crecimiento, ningún país abandonaría voluntariamente la eurozona; hacerlo sería un suicidio económico. Su sistema financiero se derrumbaría, y los pánicos bancarios y disturbios que seguirían harían que el malestar social que vemos en la actualidad pareciera una fiesta en comparación. Aún peor, incluso después de un impago parcial el gobierno y las corporaciones del país seguirían agobiados por el peso de una deuda denominada en su mayoría en euros. A medida que el valor de su nueva divisa nacional se hundiera la deuda se volvería insoportable y el gobierno, que se encontraría fuera del club, ya no podría recurrir a la ayuda de la eurozona.

Algunos economistas van más allá y defienden que los países de la periferia de Europa prosperarían en cuanto se vieran libres de la camisa de fuerza del euro. Esto es igualmente difícil de creer. Las economías de los países de la Europa meridional ya sufrían graves problemas estructurales antes del euro. Las tasas de desempleo en España oscilaron entre el 15% y el 22% durante la mayor parte de los 90; Grecia ha estado en suspensión de pagos durante casi la mitad de su historia como estado independiente. Es mucho más probable que estos países resuelvan sus problemas fundamentales y prosperen dentro de la eurozona que fuera de ella.

Otros han sugerido que Alemania y otros países del núcleo, cansados de financiar un rescate tras otro, podrían abandonar el euro. Esto es aún menos plausible. Alemania ha sido el país más beneficiado por la integración europea y la moneda común. El 40% de las exportaciones alemanas van a otros países de la eurozona, y la moneda común ha reducido sus costes de transacción, impulsando el crecimiento alemán. Una disolución de la eurozona tendría un impacto devastador en los bancos alemanes y la cotización de la nueva moneda alemana subiría rapidamente, con efectos muy dañinos para el modelo económico del país, basado en las exportaciones.

Existe un cierto número de ideas reformadoras que podrían mejorar la situación económica de la eurozona, pero ninguna es una panacea. Los eurobonos, incrementar las inversiones en los países en apuros a través del Banco Europeo de Inversiones y otros fondos, regular de forma más estricta la actividad de los bancos, implantar un fondo de garantía de depósitos común, cambiar el énfasis de los recortes de gastos a las reformas estructurales que aumenten la productividad e incentiven la creación de empleos - todas ellas podrían mejorar la situación económica de Europa y deberían llevarse a cabo.

Pero ninguna de estas medidas podría restaurar rapidamente el crecimiento o llevar el empleo a los niveles anteriores a la crisis. Y esto es porque no afectarían al problema económico esencial de Europa: las enormes deudas acumuladas por los países periféricos durante el boom crediticio de la última década. Ese decenio vio un tremendo flujo de capitales desde los países del norte de Europa hacia los sectores públicos y privados de Grecia, Irlanda, Portugal y España. Alemania y otros países con superávit en su balanza de pagos inundaron la periferia con dinero barato, y la periferia lo engulló. Esto disparó la demanda interna y generó crecimiento en la periferia, pero también incentivó subidas de salarios que minaron la competitividad, y dejó tras de sí una deuda masiva. Como los economistas Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff han señalado, cuando los países sufren una recesión causada por una crisis financiera y un exceso de deuda necesitan muchos años para recuperarse.

Como tanto la ruptura como las soluciones inmediatas son impracticables, la eurozona se está instalando en una nueva normalidad. A medida que la economía de la Unión sale lentamente del pozo es importante darse cuenta de que su sistema de gobierno económico ya ha cambiado radicalmente durante los dos últimos años.

En primer lugar, al menos en la práctica la eurozona se ha deshecho de sus tratados fundacionales. En una unión monetaria en la que los estados miembros retienen su autonomía para recaudar, gastar y pedir prestado siempre existe el riesgo de que si algunos miembros se endeudan demasiado puedan amenazar el valor de la moneda común. Reconociendo este peligro los creadores del euro redactaron el Pacto por el Crecimiento y la Estabilidad y la cláusula prohibiendo los rescates del Tratado de Maastricht. El Pacto implantaba restricciones legales al déficit y la deuda de los estados miembros, y la cláusula sobre los rescates prohibía a la Unión y los estados miembros rescatar a los países demasiado endeudados, para evitar este riesgo moral.

El sistema de Maastricht ha muerto. El Pacto nunca fue aplicado con rigor, y cuando la crisis estalló la Unión se deshizo de la cláusula anti rescates. Temiendo el contagio extendió préstamos de emergencia a Grecia, Irlanda y Portugal, y creó un fondo de rescate permanente, el Mecanismo de Estabilidad Europeo, que estará en funcionamiento este verano.

Una vez roto el tabú sobre los rescates Europa tenía que encontrar algún modo de impedir el riesgo moral de que los estados recurran una y otra vez a la Unión en busca de ayuda. Los legisladores de la Unión redactaron para ello lo que se dio en llamar "ley del paquete de seis" (six-pack legislation), que refuerza los poderes de la Comisión Europea para revisar las políticas fiscales de los estados miembros e imponer límites al endeudamiento. 25 de los 27 miembros de la Unión ya han firmado el nuevo tratado sobre fiscalidad, que les obliga a incluir límites de déficit en su legislación nacional. Solo los países que hayan ratificado el tratado podrán recibir préstamos del Mecanismo de Estabilidad Europeo.

Estos mecanismos legales por sí solos no acabarían con el riesgo moral, pero han sido acompañados por la evolución de los mercados de bonos, que ahora diferencian entre la deuda de los estados "robustos" del núcleo y los débiles de la periferia. Durante la primera década de la corta vida del euro los mercados de bonos evaluaron el riesgo asociado con los bonos de las economías periféricas casi al mismo nivel que el de los bonos alemanes. Hoy la diferencia es substancial y crece al menor signo de que aumente el riesgo. Y al forzar a los inversores privados a aceptar una quita de casi el 75% en los bonos griegos en conjunción con el segundo rescate griego en Febrero de 2012 los líderes europeos dejaron claro que los compradores privados de bonos no deben esperar que los rescates los libren de sus pérdidas. Ahora unos mercados de bonos más precavidos evitarán que los gobiernos se endeuden en exceso o dejen que sus sistemas bancarios se vuelvan vulnerables.

La segunda gran reforma estructural es que el Banco Central Europeo - legalmente impedido para comprar deuda de los estados miembros - ha dejado sus reglas a un lado y ha comprado directamente miles de millones en bonos griegos, irlandeses, italianos, portugueses y españoles. Además el BCE ha financiado indirectamente miles de millones adicionales en préstamos a través de sus operaciones de recapitalización a largo plazo, entrgando más de un billón de euros en préstamos de bajo interés a bancos comerciales.

Mario Draghi, el presidente del BCE, ha repetido una y otra vez que el banco no está recurriendo a medidas de expansión monetaria para financiar las deudas de los estados miembros. Si yo fuera el presidente italiano de un banco central con sede en Frankfurt y con un mandato redactado por "halcones" alemanes obsesionados con la inflación diría lo mismo. Pero en la práctica el BCE ha sido bastante más flexible de lo que mucha gente esperaba. En pocas palabras, ha demostrado que no está dispuesto a quedarse mirando mientras muere la moneda que justifica su existencia.

Este nuevo sistema de dirección de la eurozona es más sostenible que el regimen anterior a la crisis, establecido por el Tratado de Maastricht. Resistiría la salida de Grecia, por ejemplo. Si Grecia rehúsa adherirse a los términos establecidos en su paquete de rescate y se ve forzada a dejar la eurozona en las próximas semanas el BCE con toda probabilidad tendrá que saltar velozmente a evitar el contagio, pero no se enfrentará a un colapso general del sistema. Al mismo tiempo, al mostrar firmeza frente a Grecia la Unión Europea dejará aún más claro que l

iramosjan

[segunda parte, por algún motivo me ha cortado el comentario y no me deja editarlo ¿Demasiado largo, tal vez?]

Este nuevo sistema de dirección de la eurozona es más sostenible que el regimen anterior a la crisis, establecido por el Tratado de Maastricht. Resistiría la salida de Grecia, por ejemplo. Si Grecia rehúsa adherirse a los términos establecidos en su paquete de rescate y se ve forzada a dejar la eurozona en las próximas semanas el BCE con toda probabilidad tendrá que saltar velozmente a evitar el contagio, pero no se enfrentará a un colapso general del sistema. Al mismo tiempo, al mostrar firmeza frente a Grecia la Unión Europea dejará aún más claro que las condiciones unidas a sus rescates van en serio, incentivando que los demás países mantengan sus programas de reforma.

La salida de Grecia de la eurozona sería una catástrofe para Grecia y un trauma para Europa, pero no alteraría los cimientos del sistema de dirección de la eurozona post 2008, que seguirían basados en una supervisión fiscal más estricta, unos procedimientos de vigilancia más robustos, unos mercados de bonos más precavidos, y un banco central más activo. Con un sistema como este y con su compromiso con la disciplina fiscal firmemente establecido, los líderes de la Unión Europea encararán la lenta y difícil tarea de implantar ajustes y reformas estructurales. Pero estas cargas deben ser compartidas por todos. Es comprensible que Alemania y el BCE exigieran austeridad al principio como condición para los rescates, pero esta política tendenciosa ha hundido aún más en la recesión a las economías periféricas. En el futuro la austeridad, las rebajas salariales y las reformas estructurales en la periferia deben ser acompañadas por aumentos del gasto público y los salarios en Alemania que incrementen la demanda. No existen soluciones inmediatas pero la eurozona se recuperará, lenta pero firmemente.