Los bebés sonreirán cuando perciban el olor de la vainilla, pero basta el más ligero tufo a carne podrida para que se revuelvan asqueados. Desde los humanos hasta los ratones, desde las moscas hasta los gusanos, animales de toda clase nacen con gustos y aversiones gracias a la sabiduría evolutiva recogida en sus genes. Pero una investigación reciente muestra que algunas preferencias son aún sorprendentemente flexibles incluso al nivel más básico, el de las propias neuronas sensoriales.