En esas fechas era ya un secreto a voces que algo más que agua y comida movía a los soldados del Reich en sus campañas victoriosas. Además, ese “suero” no sólo estaba en manos alemanas. También los gobiernos aliados dopaban a sus tropas con algo similar y no precisamente para crear cuerpos de elite reducidos. El reparto de las píldoras milagrosas se hacía con férrea organización burocrática y a gran escala.