El glicolaldehído, el azúcar más simple, no es un signo de vida. Pero es un buen comienzo: con el empujón adecuado, puede reaccionar con un compuesto orgánico tóxico llamado propenal. El producto, la ribosa, puede encadenarse con otras ribosas mediante conexiones de fosfato y formar una columna vertebral capaz de sostener distintos tipos de enchufes moleculares, que encajan unos en otros. El conjunto se denomina ARN, una molécula de la herencia más sencilla que el ADN y que precedió a éste en la aparición de la vida en la Tierra.
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