Las celebridades, íconos mesiánicos, extienden sus dadivosas manos para salvar al mundo y ayudar a los niños de África, en un complicado juego de altruismo pop, egoismo monumental, y justificación velada del sistema que tiene como esencia perpetuar las condiciones que en un principio hicieron necesarias esa ayuda. Ya sea simbólicamente o porque los primeros homínidos evolucionaron en África, este continente es percibido en nuestra psique colectiva como un regreso al origen —o a lo más primitivo y puro de nuestra naturaleza. La inocencia de...
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Hubiese bastado poner una foto de Bono (el de U2) en toda Africa