Schliemann murió en 1890 y su legado, que había ido atesorando como un cuco escondiéndolo de multitud de autoridades, terminó disperso por diferentes museos e instituciones como el Museo de Prehistoria de Berlín en dónde se guardaron hasta el final de la Primera Guerra Mundial importantes piezas procedentes de su colección privada extraída de Troya.Pero la llegada de la segunda Guerra Mundial y sus terribles bombardeos lo iban a cambiar todo.
Comentarios
Una lástima que esta interesante historia pase desapercibida. En fín
Aun puede salir a portada y si no sale al menos los que la leyeron aprenderán algo. Los otros dos se irán para cama como antes...