Comienzas a compartir tu día a día con extraños, en tu transgresión voluntaria de tus límites personales que no es nociva por el atentado a la propia privacidad que supone sino por el morbo que te genera. ¿Somos hoy día capaces de vivir sin alzar la voz a través de las redes sociales en busca de un feedback que dé sentido a nuestra experiencia vital? Y sobre todo, ¿cuánto hay de genuino en el mensaje que lanzamos al mundo y qué importancia tiene para nosotros ese mensaje de vuelta? ¿Fagocita lo real?
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¿Somos capaces de vivir sin teléfono?...
Salu2