Quítame la bota del cuello Helena querida, que así no puedo amarte. Aflójame la soga alrededor de la garganta para que pueda seguir cantándote por los ruedos de España, ese país insoportable siempre hacia el ocaso, con el aire beatífico y desgraciado del ruiseñor aquel de las cumbres, de niño prodigio en los años del hambre, fascinado por el brillo de tus ojos como cuchillas de afeitar, por tus dientes como balas de plata que llevaran mi nombre escrito.

Comentarios

D

#0 Variar de fuentes y no hacer spam no significa mandar de otro blog de uno mismo.