Cuando el president George W. Bush asumió el cargo, el grueso de los descontentos con unas elecciones robadas se consolaron con esta idea: dado nuestro sistema de controles y equilibrios políticos, ¿cuánto dañó puede hacer? Ahora lo sabemos: mucho más de lo que podían imaginar los peores pesimistas.
Una pena que Stiglitz no haya entrado en el equipo económico de Obama y que éste se haya decantado por los asesores más conservadores de Clinton (que ya de por sí no fue muy revolucionario).
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Una pena que Stiglitz no haya entrado en el equipo económico de Obama y que éste se haya decantado por los asesores más conservadores de Clinton (que ya de por sí no fue muy revolucionario).