En la ciencia médica muchas enfermedades, síndromes, signos o incluso zonas anatómicas han sido bautizadas con epónimos, es decir con nombre propios. Algunos ejemplos conocidos son la enfermedad de Alzheimer o la enfermedad de Parkinson. En la mayoría de estos casos el nombre utilizado es el de un investigador al que se pretende honrar por sus logros científicos o sus descubrimientos en relación con el concepto bautizado.