Vivimos sumergidos en un océano de radiaciones, no se asusten, aunque la palabra se asocie algunas veces con fenómenos de origen nuclear, radiaciones hay de muchas clases y la mayoría de ellas son totalmente inocuas para nosotros. He aquí un ejemplo que habla por sí mismo: el Arco Iris. La preciosa secuencia de colores que ven nuestros ojos no son más que la forma que tiene nuestro cerebro de “sintonizar” las radiaciones electromagnéticas que les llegan.