Hace 15 años | Por --132339-- a kaosenlared.net
Publicado hace 15 años por --132339-- a kaosenlared.net

No son razon y emoción elementos separables sino necesarios y complementarios, en este nuevo impulso de la primavera republicana que conoce nuevos brios e ilusiones en todos los rincones de España

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Si algún día veo en España instaurada una republica será uno de los más felices de mi vida.

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Hay una República del pensamiento, de la idea y del proyecto, que conecta con nuestro pasado ilustrado e intelectual. Desde un Manuel Azaña, hasta un Niceto Alcalá Zamora, desde un Pi y Margall hasta un doctor Negrín, desde un Casares Quiroga hasta un Blasco Ibañez, desde un Ferrer y Guardiahasta un Antonio Machado, desde un doctor Marañón hasta un Luis Buñuel desde un Ramón J. Sender a un García Lorca, desde una Margarita Nelken o una Concepción Arenal a una Federica Monteseni, que por principio libertario, no era ni siquiera republicana.

Sé que algunos nombres chirriarán por su trayectoria ideológica, política y de pensamiento a quienes ansían un horizonte republicano mucho más avanzado, social y transformador pero también es cierto que así era la intelectualidad más destacada de la España progresiva y republicana.

Y hay otra realidad en el pasado republicano de la acción y la lucha popular, que viene de Pestaña y de Ascaso, de Durruti y de Federica Montseny, de Pasionaria y de José Díaz, de Joaquín Maurín y de Andreu Nin, de Largo Caballero y de Prieto. Produce heridas recordarlo pero ese es también el pasado del que venimos y al que a nadie debe pedírsele que renuncie, más allá de las necesarias reflexiones que nos permitan a cada uno un aprendizaje sobre los errores y los aciertos, sobre las sombras y las luces de cada corriente de la acción republicana.

Y ese aprendizaje de cada uno debe de servir para superar, para unir y no para dividir, para encontrarnos entre todos aquellos para los que el ideal republicano constituye una idea, una ética de lo público y un sentimiento profundo; nunca para un interminable ajuste de cuentas, en el que cada parte desentierra su análisis crítico acerca de las demás, sin que sea posible que la verdad de un lado se acomode a la del otro. Conocer para remontarse sobre el pasado pero dejar atrás el permanente guerracivilismo entre las distintas corrientes del republicanismo español.

Y eso se logra mirando más hacia delante que hacia atrás. El mañana no se construye dando vueltas obsesivamente sobre la circularidad del ayer. La II República fue una etapa de ilusiones frustradas, en la que la esperanza de un futuro mejor acabó, por la vileza de la oligarquía económica, las castas militares y la reacción clerical, destruido. No buscaré los enemigos dentro de casa porque en ella sólo encontraría, en el peor de los casos, oponentes; ni siquiera, sólo perspectivas diferentes.

Recordando a Machado, el mañana no está escrito, ni el proyecto puede nacer cerrado, como un todo acabado y definido, como una carta otorgada de unos republicanos para otros.

La III República necesita ser un proyecto abierto y debatido, participativo e ilusionante, desde la esperanza y el optimismo porque hay demasiado regusto amargo en la derrota del pasado.

Ha de nacer de un esfuerzo colectivo y plural, diverso y atravesado por millones de aportaciones que enriquezcan la aspiración del día que vendrá y lo hagan de cada uno de nosotros.

El espíritu unitario no se reclama, ni se impone, no se logra de un día para otro por decretarlo o reivindicarlo. Surge de ejercerlo, de la voluntad y de la generosidad hacia los demás puntos de vista, de comprometerse con serlo en cada acto práctico, de percibir la diversidad como riqueza, no como problema. De preferir los acuerdos de mínimos que los programas máximos, el camino lento, plagado de complicidades entre todas las corrientes republicanos antes que la vía recta de tirar por el camino de en medio. Y eso no significa renunciar a las propias posiciones de cada uno sobre el programa y el carácter quedebe tener la definición de la futura Tercera República Española sino de exponerlas desde la voluntad de acuerdo. La justeza de las propuestas se legitima en la fuerza con la que la sociedad las acoge, no en la “necesidad” del disenso para mantener la propia identidad y la razón de ser de cada uno.

Esa voluntad de encuentro y de forjar consensos entre grupos republicanos necesita ir avanzando en organicidad, foros de encuentro y debate, coordinadoras estables o volantes, para la ocasión, que transversalicen los espacios de colaboración y unidad de acción en cada momento, desde los barrios, el movimiento ciudadano, el ateneismo (tanto en espacios físicos como virtuales), en el movimiento obrero, en los grandes centros de trabajo, en los de enseñanza, en los movimientos sociales,...

Que convivan distintos foros, plataformas, redes, uniones o centros republicanos no tiene porqué ser sinónimo de división, siempre que sea posible hacer convivir la pluralidad con la unidad, las diferencias tácticas con el objetivo estratégico común.



Hasta el día de hoy una pequeña vanguardia ha venido sosteniendo la bandera republicana con un esfuerzo, una militancia y una voluntad encomiables. Durante estos 33 años de restauración monárquica han tenido que bregar con la etiqueta de nostálgicos, buscar energías donde no había demasiados motivos para el entusiasmo y aguantar, aguantar duro y apretando los dientes. Hay que recordar que en el año 77 se les prohibió a muchas organizaciones políticas republicanas presentarse a las primeras elecciones de la transición y que, para ser legalizados, otros partidos hubieron de pasar por el trágala de la aceptación de la forma de jefatura de Estado y de la bandera del mismo. No voy a entrar en la crítica a ninguna posición de antaño. Aquí no toca, no es útil, ni un republicano consciente debe iniciar el toque de rebato al cainismo político que sólo beneficia a los partidarios de la monarquía y la reacción.

No hace mucho el filósofo Francisco Fernández Buey hacía en una entrevista dos afirmaciones aparentemente “ingenuas” pero muy ciertas por su calado.

La primera de ellas que cada vez se ven más banderas tricolores, lo que lo unía al hecho de que cada vez se vuelve a hablar más de la República.Ello no es baladí porque la presencia de la bandera republicana, de la vindicación de esta causa se ha forjado al calor de las luchas y movilizaciones populares del referéndum de la OTAN, de las Huelgas Generales, del NO a la Guerra,... La segunda que cada vez hay más jóvenes que abrazan la causa republicana, muchos de ellos del entorno universitario. Y esto último da frescura, savia nueva y es avalde un pasillo de tolerancia entre republicanos porque los jóvenes conocen, más de lo que se cree, pero no desean participar de inquinas viejas ni de broncas estériles.

Dicho esto, y sólo a modo de propuesta, sugiero que las piedras angulares de un mínimo común denominador de lo que representa ser republicano hoy sean las de

la elegibilidad y sustitución de todos los representantes de la administración, entre las que la figura del Presidente de la República es la primera y más obvia, así como el derecho de todo ciudadano con edad de votar a elegir y ser elegido para todos los órganos de representación de su sistema democrático,
el carácter laico y aconfesional del Estado, la promoción de los Derechos Humanos políticos, sociales y económicos,
La participación y solidaridad entre las gentes que componen LIBREMENTE el país
La aplicación de los principios de Libertad, Igualdad y Solidaridad, no sólo entre los ciudadanos sino territorial entre las distintas zonas geográficas del país
El disfrute de derechos culturales, sociales, económicos y de acceso de los ciudadanos a los servicios que el Estado está obligado a procurar a todos sus ciudadanos. La protección social (trabajo, salario justo, vivienda, educación, sanidad, Seguridad Social, acceso a la cultura...). Todos ellos como derechos que comprometen al Estado y lo legitiman.
Una forma de gobierno que reclama de sus ciudadanos la asunción de derechos y deberes, lo que ha de traducirse en una actitud más comprometida y socialmente participativa.
Otros elementos como la forma de organización territorial (federalismo, confederalismo, autonomismo,...), del derecho de autodeterminación de los pueblos que componen España o la de la propiedad económica de los medios de producción y distribución (privada, mixta, social, estatal,...), con ser contenidos programáticos, forman parte del corpus ideológico de distintas fuerzas y corrientes políticas concretas y deben ser tratados con un debate más de fondo que no impida los primeros pasos de la articulación de un movimiento republicano más amplio, pluralista y unitario, en el que sea posible convivir, sin necesidad de renunciar a las justas aspiraciones de cada proyecto político específico. No se trata de aparcar, no podría hacerse, las aspiraciones legitimas de cada uno sino de avanzar por fases y etapas, permitiendo que se vaya consolidando una pauta de unidad de acción.

No quiero dejar de referirme a la iniciativa de la Red por la República de promover un referéndum, mediante petición a las Cortes, sobre esta forma de gobierno, una vez alcanzados 25 municipios que lo demanden.

Hay diferentes opiniones acerca de su oportunidad, incluso de la conveniencia o no de promover dichoreferéndum toda vez que su recorrido sería corto, al agotarse en el Parlamento. El número de diputados que podría apoyarlo sería realmente escaso.

Sin embargo, sin ser una iniciativa de la que yo participe y hacia la que admito tener alguna reserva, también por lo “cerrado” de las fuerzas políticas que lo promueven, no deja de ser cierto que ello no impediría en absoluto posteriores iniciativas en dicha dirección y que puede ser un momento muy aprovechable para socializar la reivindicación de la causa republicana entre la sociedad, particularmente entre la menos concienciada y organizada y que, necesariamente, deberá tener una progresiva incorporación a un movimiento de masas mucho más amplio, si se desea sacar la cuestión republicana de los márgenes aún relativamente estrechos en los que hoy se encuentra.
http://asaltarloscielos.blogspot.es