Hace 12 años | Por MLeon a elmundo.es
Publicado hace 12 años por MLeon a elmundo.es

Zakia espera su turno bajo una emboscada de luz incandescente que gratina cosechas como si fuera el horno de dios. Una báscula, un cajón de madera con un metro y un brazalete para medir el perímetro del brazo ponen números a la evidencia: sufre una desnutrición severa que ya se percibe en su tripa hinchada, en sus piernas de cáñamo, en su piel arrugada, en su pelo ralo y anaranjado. El doctor aclara: "Se llama marasmo, uno de los síntomas tangibles del hambre". Su madre dice que no tiene con qué alimentarla.