No ha pasado un año desde que el informático en paro que se ganaba la vida en un puesto callejero de frutas y verduras, Mohamed Bouazizi, cambió el destino de Túnez y de una revolución que el poder no pudo evitar. El régimen acostumbrado a sofocar todas las revueltas se encontró en frente una respuesta desconocida. Aquellos revoltosos, aquellos hackers, usuarios de Facebook o Twitter y blogueros, respondían con unas armas (y estrategias) que no eran las de los viejos luchadores por la democracia.
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Flipo de que sólo haya cuatro meneos...