Hace poco salió por aquí una pregunta a los meneantes sobre su sueldo. Viendo los datos que nos esperan de nacimientos me gustaría saber cómo anda por aquí la situación.
Edad:
Edad pareja:
Nivel de estudios:
Nivel de estudios de pareja:
Número de hijos:
el mío:
Edad: 34
Edad pareja 34
Nivel de estudios: medio
Nivel de estudios pareja: Alto
Número de hijos: 0 (1 en camino)
Una de las actitudes a las que nunca daré mi apoyo, es a la que te lleva sin estar cualificado, a tomar decisiones que necesitan cualificación. ¡Qué atrevimiento, qué EGOísmo !. Pues un altísimo porcentaje de esas veces, por razones obvias, acaba con los proyectos sumidos en el desastre.
El limite de nuestros pensamientos está confinado por la extensión de nuestros conocimientos, pues no somos capaces de imaginarnos correctamente todo los detalles que desconocemos a priori. El cerebro distingue lo real de lo imaginario antes de que seamos consciente de un pensamiento o recuerdo. Cuando improvisamos una respuesta, el cerebro también la archiva como real y nos lleva a confundir recuerdos reales con fantasía, es muy fácil confundirse.
Lo que en otras lugares seria anecdótico, y se habría corregido más tarde o más temprano, por activa o por pasiva, aquí se le rinde un profundo culto. Damos mucha más importancia al mensajero que al mensaje, si es un interlocutor de los que llaman “respetado” aunque diga autenticas mamarrachadas, le escuchamos atentamente e incluso luego lo repetimos hasta el delirio, pese a que ya nadie nadie quiere escucharnos. En cambio, aunque sea un mensaje de una demostrada excelencia, aunque en otros lugares lo hayan elogiado, premiado y hecho suyo, aquí no lo ignoramos por completo, es digno de un profundo estudio.
Otro síndrome que está a la orden del día, es el efecto Dunning-Kruger. Un sesgo cognitivo por el cual los individuos tienden a sobreestimar o subestimar su competencia en un área de conocimiento o respecto de una competencia determinada. En particular, los individuos menos competentes tienden a sobreestimar su competencia y rendimiento, mientras que los sujetos más competentes tienden a subestimarse, considerando que su competencia y rendimiento es inferior al real.
¿A quién no le ha pasado alguna vez en la vida? A mi muchas veces, y de las dos maneras, pero entiendo que es algo que se tiene que corregir, no para ser más competente, sino para minimizar nuestro daño en las interacciones de conjunto, poder aportar algo más que buenas intenciones.
El único estudio que he encontrado realizado a españoles, por desgracia, solo fue realizado a 240 alumnos de las universidades de Alicante.
Por aquí dejo el estudio, por si a alguien le interesa.
rua.ua.es/dspace/handle/10045/99588
Porque mediocre no es el que no tiene cultura, mediocre es el que pudiendo tener cultura se ha negado a adquirirla. Joya.
La importancia de los idiomas.
Muchas formas de decir rancio.
La ONU, la Unión Europea, la OTAN, el Poder Judicial, el Tribunal Constitucional, la Corona, la religión, los partidos políticos, los sindicatos, las ONG, la asociación de vecinos, el club de fútbol, los medios de comunicación, etc, etc...
Parece que en buena parte de la ciudadanía (¿occidental, europea, española?), que no en toda, ha arraigado un sentimiento de incredulidad y apatía hacia estos y otros “entes”, algunos de los cuales, en teoría, configuran la estructura de la sociedad actual.
No me considero tan ingenuo como para esperar hoy en día, por ejemplo, de la ONU los resultados que serían exigibles arreglo a los motivos por los cuales fue creada. Pero, ¿alguien pone en duda la necesidad de la existencia de una organización internacional que tenga por misión velar por la paz mundial en un mundo real en el que no están superados, ni de lejos, los problemas que destruyen esa paz?
Pensemos entonces que la ONU no es una organización inútil o indeseable, sino que quizás, al igual que tantas otras organizaciones de toda índole, se encuentra secuestrada, y es por eso por lo que no da los frutos que cabría esperar de ella. ¿Son, por ejemplo, los sindicatos organizaciones inútiles, y de ahí nuestro escepticismo, o por el contrario es nuestra propia dejadez y pasividad lo que aprovecharon los secuestradores para apoderarse de ellos? ¿Qué empezó antes, la traición o la desafección?
Vivo con vergüenza el abismo de desigualdad de nuestro mundo. Me ofende y me hace sentir culpable la obscena desigualdad entre los países hiperdesarrollados, como el mío, y los países en los que las hambrunas y epidemias ya no son noticia. Asisto avergonzado al espectáculo frecuente de las multitudes que viven en la calle, a las colas del hambre, al paliativo de los bancos de alimentos, a la exhibición farisea de la caridad.

También me golpean las noticias de la llegada de oleadas de migrantes a las orillas de Europa. Los noticiarios recogen, a diario, el hallazgo de pateras en alta mar, de centenares de muertos, de mujeres y niños ahogados. Las multitudes que huyen de las guerras, el terror y la miseria en Oriente próximo o en África, y acaban estrellados contra los muros terribles de las fronteras de Europa, en las que nuestros gobiernos aplican una política criminal e inflexible, en nuestro nombre, por nuestra seguridad, dicen.
Sé que todas estas situaciones tienen un origen común, estructural, en la explotación por el capitalismo triunfante de las personas y la naturaleza, pero ese argumento no me sirve de excusa, por muy manido que sea. Lo preocupante es que me he ido acorazando, que me he ido acostumbrando a esas dosis diarias de crueldad, cuando debería gritar de rabia.
La pandemia desatada en el mundo por el virus SARS-CoV-2 ha sido un aldabonazo que ha puesto en jaque el status quo, el mantenimiento de las desigualdades y las fronteras. El virus ha agudizado las contradicciones de nuestras sociedades acomodadas, consumistas y acostumbradas al narcisismo de la libre voluntad de sus ciudadanos. También ha puesto de manifiesto el desamparo en el que ha quedado el resto del mundo que, a estas alturas, apenas ha conseguido vacunar al 5% de su población.
En todos los países desarrollados se han producido violentas manifestaciones de protesta, bajo consignas de libertad, de los que no quieren aceptar las restricciones ni vacunarse para evitar el contagio de COVID.
La negativa de amplias capas de la población europea a seguir los consejos científicos para enfrentar la enfermedad y su negativa a vacunarse me resulta escandalosa. Su incapacidad de soportar las restricciones, el uso de mascarilla o los confinamientos preventivos obligados por las sucesivas olas de la pandemia, es decir, su resistencia a aceptar la más mínima restricción a su libre voluntad, contrastan vivamente con la entereza y resignación de los países más empobrecidos, que demandan vacunas y recursos sanitarios para acabar con la enfermedad.
En zonas remotas y poco pobladas de África, los servicios sanitarios se prestan en lugares de reunión, atendidos por profesionales admirables, donde ofrecen atención médica o planificación familiar.
Pues bien, en este marasmo de una sociedad atiborrada de opciones de consumo, ansiosa por satisfacer sus deseos en las compras navideñas y los Black Friday, leo en el Guardian cómo se las ingenian en África para llevar las pocas medicinas que les llegan hasta sus destinatarios. En un territorio agreste, polvoriento y azotado por la sequía, sin vías de comunicación y sin otros medios de transporte que una caravana de camellos, me admira la valentía, la decisión y el esfuerzo de las gentes comunes para transportar las medicinas hasta quienes las necesitan.
El contraste es descorazonador. Países, terriblemente empobrecidos por siglos de explotación colonial y esclavitud, demandan en vano a los países ricos medicinas y vacunas para proteger a su población. Las pocas vacunas que pueden adquirir en el mercado son distribuidas . A la vez, en Madrid se han desechado cientos de miles de vacunas cuya fecha de caducidad ha vencido, del mismo modo que en Estados Unidos se han desechado millones de vacunas.
Qué vergüenza!
Antes de empezar me gustaría decir que Mónica Oltra no tiene condenas y hay que respetar su presunción a la inocencia, ahora bien, recordemos que muchas veces se pidió la dimisión a los imputados por corrupción delito que es menos grave a lo que se le imputa a Oltra, depende de Oltra dimitir o no, yo desde luego no voy a pedir que dimita.
Todo esto digo por lo que me paso ayer aquí:
www.meneame.net/story/tsj-comunidad-valenciana-imputa-monica-oltra
El comentario que hice fue muy parecido a lo que comento arriba, pues se me acuso de blanquear delitos, que estaba vulnerando la presunción de inocencia de Oltra y etc... Claro, no me deja de sorprender que algunos son los que practican la teoría "yo si te creo" estoy convencido de que si el protagonista fuera del PP, VOX o PSOE estarían rasgándose las vestiduras y pidiendo su dimisión, pero como Oltra es de su palo entonces la teoría de "yo si te creo" no se aplica.
A mí me parece estupendo que se defienda la presunción de inocencia de Oltra, pero eso se debería aplicar a todos los casos, en menéame en los casos de Rafael Marcos y del chaval al que Echenique acuso públicamente de violador se les sigue tratando como culpables por parte de algunos que siguen la teoría "yo si te creo".
Dejemos que la justicia aclare todo este asunto.
No, ahora en serio.
No váis a arreglar la web de Menéame?
Todas las veces que entro, mas veces al día, desde los mismos dispositivos, me tengo que volver a logar. Y normalmente falla.
En serio no váis a arreglar la web de Menéame?
En el panorama político español de octubre de 2025, la fragmentación del espacio progresista contrasta con la creciente consolidación de las fuerzas ultraconservadoras. La dispersión electoral de las izquierdas no es meramente un problema aritmético, sino una crisis de proyecto político que amenaza con entregar las instituciones a quienes buscan desmantelar décadas de avances en derechos sociales, laborales y civiles.
La atomización de las fuerzas progresistas se traduce en una sangría constante de escaños y poder institucional. El sistema electoral español, con su fórmula D'Hondt y circunscripciones provinciales, penaliza especialmente la división. Mientras el bloque conservador optimiza sus resultados presentándose de forma cohesionada o con pactos claros, la izquierda pierde representación provincia tras provincia por la multiplicación de candidaturas.
Las consecuencias son tangibles: gobiernos autonómicos y municipales que podrían ser progresistas quedan en manos de coaliciones de derechas por diferencias de pocos miles de votos. Diputados que se pierden en provincias pequeñas por décimas porcentuales. Políticas públicas que no se implementan porque la suma de votos progresistas, siendo mayoritaria, no se traduce en mayoría parlamentaria.
La fragmentación no solo afecta a los resultados electorales, sino a la capacidad real de incidir en las decisiones que transforman la vida de la ciudadanía. Un espacio político dividido es un espacio político debilitado, incapaz de articular mayorías estables que impulsen reformas estructurales.
La experiencia reciente demuestra que los avances más significativos en derechos laborales, justicia fiscal, transición ecológica o políticas de igualdad se han logrado cuando las fuerzas progresistas han sido capaces de superar sus diferencias y acordar agendas comunes. Por el contrario, la división interna consume energías en disputas estériles mientras las urgencias sociales quedan sin respuesta.
La capacidad de negociación frente a otros actores políticos, sociales y económicos también se ve mermada. Un frente unido de izquierdas puede establecer líneas rojas claras y defender con firmeza sus propuestas. La dispersión, en cambio, invita a estrategias de división y debilitamiento por parte de quienes no comparten el proyecto transformador.
La unidad de las izquierdas no puede ser un ejercicio de uniformidad que diluya identidades políticas legítimas. Debe construirse desde el respeto a la pluralidad, reconociendo que diferentes tradiciones y sensibilidades enriquecen el proyecto común. La convergencia no implica renunciar a matices, sino jerarquizar prioridades y distinguir lo fundamental de lo accesorio.
Una propuesta vertebradora debe articularse sobre ejes programáticos claros:
Justicia social y económica: Defensa de los servicios públicos universales, redistribución de la riqueza mediante una fiscalidad progresiva, protección del Estado del bienestar frente a los recortes y privatizaciones. Garantía de derechos laborales dignos, salarios suficientes y protección social robusta.
Derecho a la vivienda: Reconocimiento de la vivienda como derecho fundamental y no como mercancía especulativa. La crisis habitacional se ha convertido en la principal preocupación de amplias capas sociales, especialmente jóvenes y familias trabajadoras. Una propuesta progresista debe incluir la construcción masiva de vivienda pública en alquiler asequible, regulación efectiva del mercado para evitar la especulación, limitación de los precios de alquiler en zonas tensionadas, prohibición de los desahucios sin alternativa habitacional, tributación más elevada para grandes tenedores y viviendas vacías, y recuperación del parque público mediante compras estratégicas. Sin solucionar el acceso a la vivienda, cualquier proyecto de país se vuelve inviable para millones de personas.
Transición ecológica justa: Reconocimiento de la emergencia climática como prioridad política, acompañada de medidas que aseguren que el coste de la transición no recaiga sobre las clases trabajadoras. Apuesta decidida por energías renovables, transporte público, rehabilitación de viviendas y modelo productivo sostenible.
Derechos civiles y libertades: Blindaje de conquistas en igualdad de género, derechos LGTBIQ+, memoria democrática y libertades fundamentales. Oposición frontal a cualquier retroceso en derechos consolidados.
Democracia participativa y territorial: Profundización democrática mediante mayor participación ciudadana, transparencia institucional y lucha contra la corrupción. Reconocimiento de la plurinacionalidad del Estado español y respeto a las diferentes sensibilidades territoriales dentro del marco constitucional o mediante su reforma democrática.
Política exterior solidaria: Compromiso con los derechos humanos, el derecho internacional y la cooperación frente a las lógicas militaristas y los bloques imperialistas.
Este programa común no necesita borrar las especificidades de cada fuerza política, pero sí exige disciplina en lo esencial: cuando las instituciones estén en juego, cuando los derechos fundamentales sean atacados, cuando las políticas neoliberales amenacen el bienestar colectivo, la respuesta debe ser unitaria.
El crecimiento de la extrema derecha en España no es un fenómeno aislado, sino parte de una ola reaccionaria que recorre Europa y América. Su discurso, basado en la xenofobia, el machismo, la negación de derechos y el autoritarismo, representa una amenaza real para la democracia.
El fascismo del siglo XXI se presenta con traje y corbata, pero su esencia permanece intacta: la construcción de enemigos internos, el desprecio a los valores democráticos, la glorificación de un pasado mítico y autoritario, la persecución de minorías. No podemos subestimar su capacidad de contagio institucional ni su vocación de desmantelar todo aquello que nos hace iguales en dignidad y derechos.
Frente a esta involución, la movilización del electorado progresista es urgente. Pero movilizar no es solo llamar al voto cada cuatro años. Requiere:
Pedagogía política constante: Explicar con claridad qué está en juego, desmontar bulos y falacias, conectar las políticas concretas con la vida cotidiana de la gente. Hacer visible cómo las decisiones políticas afectan al bolsillo, al acceso a servicios, a las oportunidades vitales.
Presencia territorial: Recuperar la presencia en barrios, pueblos y centros de trabajo. La política no puede reducirse a debates televisivos y guerras de tuits. Se hace cuerpo a cuerpo, escuchando, dialogando, organizando.
Conexión con movimientos sociales: Sindicatos, organizaciones ecologistas, feministas, vecinales, juveniles, culturales... El cambio político no se construye solo desde las instituciones. La izquierda debe ser permeable a las luchas que emergen desde la sociedad civil.
Cultura de la esperanza: Frente al discurso reaccionario del miedo, construir narrativas de futuro. Demostrar que otro modelo es posible, que la transformación está a nuestro alcance, que juntos somos más fuertes.
Generosidad política: Abandonar la lógica del adversario interno. Reconocer que quien comparte el 80% de tu programa no es tu enemigo principal. Reservar la confrontación para quienes realmente representan proyectos opuestos.
La unidad de las izquierdas en España no es un lujo ni una opción táctica coyuntural. Es una necesidad histórica ante un momento de definición democrática. La correlación de fuerzas actual exige superar inercias, renunciar a maximalismos estériles y priorizar lo colectivo sobre lo particular.
No se trata de fusionar partidos ni de crear estructuras artificiales condenadas al fracaso. Se trata de establecer pactos claros de no agresión, de coordinación electoral donde sea necesario, de acuerdos programáticos en lo fundamental, de lealtad cuando se gobierna conjuntamente. Y sobretodo, que la confección de las candidaturas tienen que ser procesos 100% transparentes. Cuestión que hasta la fecha y sin excepción forma parte del Debe en el balance de todas las organizaciones políticas progresistas de izquierdas.
El electorado progresista español es mayoritario, pero está desmovilizado, fragmentado, desencantado. Recuperar su confianza implica demostrar que la política puede cambiar vidas reales, que las instituciones sirven para proteger a la mayoría frente a los privilegios de unos pocos, que la democracia es algo más que gestión tecnocrática.
La extrema derecha crece alimentándose del vacío que deja una izquierda ensimismada en sus disputas internas. Cada día que perdemos divididos es un día que ganan ellos para consolidar su proyecto involucionista. La historia nos juzgará no por nuestras diferencias de matiz, sino por nuestra capacidad de unirnos cuando todo lo importante estaba en juego.
El momento es ahora. La unidad, una responsabilidad ineludible. El futuro, por construir.
Desde hace unos días vengo leyendo por aquí y en redes sociales la hipótesis de que los gobiernos no hacen según que cosas que podrían acabar con la pandemia porque no les interesa. Porque les sale más beneficioso emplear dinero en vacunas que gastarlo en investigar la enésima solución mágica contra el covid que no investigan porque "no les interesa".
Porque claro, todos los gobiernos del mundo están deseando tener que parar sus políticas económicas y gastarse un dineral enorme en un gasto imprevisto.
Todo esto de la pandemia es un gran desajuste monetario para los paises. Están teniendo que endeudarse y generando inflacción para poder compensar el parón económico mientras que la recaudación por impuesto se ha hundido.
Si pensamos unicamente en el vil metal y el cinismo de que los gobiernos quieren que el dinero fluya, el incentivo es acabar con la pandemia cuanta antes. Si existiera un método que redujera las hospitalizaciones de manera mágica y permitieran ahorrar miles de millones en vacunas, a buen seguro que los gobiernos lo usarían.
Que lo que quieren los gobiernos es que para el verano estemos otra vez viajando como langostas gastando dinero como si no hubiera un mañana. Y eso los gobiernos, los "poderes económicos" ya ni os cuento.
Es más, con algo que evitara hospitalizaciones y convirtiera esto en una enfermedad suave ya les bastaría. Si el covid no provocara colapsos hospitalarios no me cabe ninguna duda de que se levantarían todas las restricciones e iríamos hacía la inmunidad vía contagio masivo. Pero claro, la tasa de mortalidad es demasiado alta.
Además en España podemos ver como las diferentes administraciones se pasan "la pelota" los unos a los otros. Y es que la pandemia es un gran estorbo para los políticos, que querrían llevar a cabo sus planes económicos y que ahora están teniendo que gestionar un marrón enorme que no esperaban (Si, y antes de que alguien me diga que esto se podía preveer, pues no, a mediados de 2019 o cuando fuera que se votaran los gobiernos actuales muy previsible no era)
Porque además la pandemia es una de esas situaciones de la que poco rédito político puedas sacar. Hagas lo que hagas serás el que estuvo al mando cuando murieron miles de personas. Mala publicidad.
En resumen, que el covid es algo que no beneficia a casi ningún político y que desde un punto de vista económico fastidia a todos los gobiernos. Por lo que pensar que pudieran tener incentivos en no acabar con esta situación no me parece muy lógico.
En el subsuelo de uno de los hermosos edificios públicos de Omelas, o tal vez en el sótano de una de sus espaciosas casas particulares hay un lóbrego cuartucho. Tiene una puerta cerrada con llave y carece de ventanas. Una tenue luz se filtra polvorienta entre las rendijas de la carcomida madera y que procede de un ventanuco cubierto de telarañas de algún lugar del otro lado del sótano. En un ángulo del cuchitril un par de fregonas, con las bayetas tiesas, pestilentes, llenas de grumos, están junto a un balde oxidado. El suelo está sucio, pegajoso como es habitual en un sótano abandonado. El cuarto tiene tres pies de largo por dos de ancho: un simple armario para guardar las escobas y los enseres en desuso. En el cuarto hay un niño sentado. Podría ser un niño o una niña. Aparenta unos seis años pero en realidad tiene casi diez. Es retrasado mental. Tal vez nació anormal o se ha vuelto imbécil por el miedo, la desnutrición y el abandono. Se hurga la nariz y de vez en cuando se manosea los dedos de los pies o los genitales mientras se sienta encorvado en el rincón más alejado del balde y de las bayetas. Les tiene miedo. Las encuentra horribles. Cierra los ojos pero sabe que las fregonas siguen ahí, erguidas, y la puerta esta cerrada y nadie acudirá. La puerta siempre esta cerrada y nunca viene nadie salvo en ciertas ocasiones – la criatura no tiene noción del tiempo y los intervalos – en que la puerta cruje espantosamente, se abre y asoma una o varías personas. Entra una sola y de un puntapié le obliga a levantarse. Los otros jamás se le acercan sino que lo observan con ojos de horror y asco. La escudilla de comida y el jarro de agua se llenan rápidamente, se cierra la puerta, los ojos desaparecen. La gente que está en la puerta nunca habla pero el niño, que no siempre ha vivido en el cuarto de los trastos y recuerda la luz del sol y la voz de su madre, a veces habla: «Por favor, sáquenme de aquí. Seré bueno.» Jamás le responden.
[…]Todos saben que existe, todo el pueblo de Omelas. Algunos han ido a verlo, otros se contentan únicamente con saber que está allí. Todos saben que tiene que estar. Algunos comprenden la razón, otros no pero ninguno ignora que su felicidad, la belleza de su pueblo, la ternura de sus amigos, la salud de sus hijos, la sabiduría de sus becarios, la habilidad de sus artesanos, incluso la abundancia de sus cosechas o el esplendor de su cielo dependen por completo de la abominable miseria de ese niño.
[…]A veces, un adolescente, chico o chica que va a ver al niño, no regresa a su casa para llorar o enfurecerse, no, en realidad no vuelve más a su hogar. Otras, un hombre o mujer de más edad cae en un mutismo absoluto durante unos días. Bajan a la calle, caminan solos y cruzan sin vacilar las hermosas puertas de Omelas. Siguen andando por las tierras de labrantío. Cada uno va solo, chico o chica, hombre o mujer. Anochece; el caminante pasa por las calles de la ciudad, ante las casas de ventanas iluminadas, y penetra en la oscuridad de los campos. Siempre solos, se dirigen al Oeste o al Norte, hacia las montañas. Prosiguen. Abandonan Omelas, siempre adelante, y no vuelven. El lugar adonde van es aún menos imaginable para nosotros que la ciudad de la felicidad. No puedo describirlo, en absoluto. Es posible que no exista. Pero parece que saben muy bien adónde se dirigen los que se alejan de Omelas.
Fragmento del relato Los que se alejan de Omelas (1973) de Ursula K. Le Guin.
Este relato, que viene muy al caso de lo que quiero exponer, es lo más parecido a un cuento moral en el género fantástico, y se llevó el premio Hugo al mejor relato corto en 1974. Está inspirado en el dilema moral de la víctima propiciatoria, descrito en su momento por Fiódor Dostoievski en Los hermanos Karamazov y posteriormente por el filósofo William James en El Filósofo Moral y la Vida Moral planteado de esta forma: “… si se nos ofreciese la hipótesis de un mundo en el que las utopías de los Srs. Furier, Bellamy y Morris estuvieran superadas y millones de personas fueran permanentemente felices con la simple condición de que cierta alma perdida más allá del límite de las cosas llevase una vida de solitaria tortura, ¿qué puede ser, excepto una específica e independiente emoción, lo que nos haga sentir inmediatamente, incluso aunque surja un impulso en nuestro interior que nos lleve a aferrarnos a la felicidad así ofrecida, lo espantoso que puede ser su disfrute cuando se acepta deliberadamente como el fruto de tal ocasión?”
La idea de escribir me surge porque acabo ver la película Argo (2012) de Ben Affleck. Es una buena película, sin más, sobre la Crisis de los Rehenes, que está muy bien realizada y editada, aunque los hechos reales son aderezados para hacerlos más excitantes de lo que fueron en la realidad. Fue la ganadora de los Oscars a la mejor película, mejor guión adaptado y mejor montaje. Al inicio, y aunque posiblemente sea el mayor desencadenante de la situación posterior en Irán, me llamó mucho la atención el hecho de que, como de pasada, una muy breve voz en off describe como las potencias occidentales promovieron la subida al poder del Sha, para así seguir teniendo el control absoluto del petróleo. Para quién no conozca bien esa parte de la historia, tenéis la descripción de los hechos en un artículo publicado en el periódico La Vanguardia y titulado Reza Pahlevi, el tirano que empujó a Irán a la revolución: “En 1951, el doctor Mossadegh, antiguo rival de Reza Khan, demócrata convencido y partidario de la prensa libre, es nombrado primer ministro. Al cabo de tres días, el Parlamento aprueba su proyecto de ley de nacionalización del petróleo, toda una afrenta a sus aliados de Washington y, sobre todo, de Londres (el proyecto de ley ordenaba liquidar la Anglo Iranian Oil Company).Contagiado por el éxtasis popular, el sha firma el decreto de nacionalización de Mossadegh, que contaba entonces con la aprobación de la máxima autoridad religiosa del país, el ayatolá Kashani. Pero, tras dos años de gobierno, la política de nacionalizaciones de Mossadegh y su decisión de expulsar a los ingleses de los campos petrolíferos han colocado el país al borde del abismo. Las potencias occidentales mantienen firmemente el bloqueo de Irán y el boicot a su petróleo. Desesperado, el primer ministro escribe a Eisenhower apelando a su conciencia. El presidente estadounidense no solo no le responde, sino que le acusa de comunista, aun a sabiendas de que es un patriota independiente y enemigo de la causa roja. El ambiente se enrarece y un sinfín de conspiraciones, tanto de los islamistas radicales como de los partidarios del sha, parecen augurar un trágico desenlace.[...]En agosto de 1953 Mossadegh es destituido por un golpe de Estado orquestado por la CIA , aunque la decisión se tomó con el beneplácito del sha y en connivencia con el gobierno británico. Cuando regresa de su breve exilio, los estudiantes están en huelga y se suceden las manifestaciones. Con Mossadegh fuera de la circulación, el sha reclama la ayuda de Estados Unidos, que responde enviando 45 millones de dólares. Consciente de que necesita su apoyo, empieza a viajar con asiduidad a Washington y reabre las relaciones con Londres. Es un retorno a la venta de Irán a Occidente y el principio del auténtico reinado de Reza Pahlevi.”
O sea, que lo que es indudablemente cierto es que la terrible tiranía y la represión del Sha sobre la población iraní y todo lo que sucedió posteriormente, se desencadenan por el intento de Irán de nacionalizar sus recursos petrolíferos. Creo que la pregunta que debemos hacernos es: ¿somos o no somos los ciudadanos de los países del primer mundo responsables de las oscuras maquinaciones que cometen los servicios secretos en nuestro nombre (o en el de nuestros países)?¿Cuántos de los problemas de guerras y terrorismo actuales no hemos heredado de estos amaños, casi siempre auspiciados por los servicios secretos de las antiguas potencias coloniales y sus turbios intereses; intereses que muchas veces son los de grandes corporaciones y no los de la inmensa mayoría de los votantes del correspondiente partido en el gobierno (gobiernos que son a su vez los que en última instancia dan las órdenes a los servicios secretos)? ¿No son responsables, por ejemplo, los ciudadanos de EE.UU. y U.K. de las espeluznantes atrocidades realizadas por la terrible represión de la policía política del Sha; atrocidades que fueron el germen de la posterior revolución y de la Crisis de los Rehenes? ¿No es quizá cierto que vivimos por aquí muy tranquilos, ajenos totalmente a todo esto y viendo películas como Argo, sentados cómodamente en nuestro sofá? Yo creo que sí..., y también opino que en el primer mundo estamos viviendo en una versión real de Omelas. No son guerras declaradas en parlamentos, no, ni siquiera sometidas al debate político, estas operaciones siempre se dejan escondidas en un cuartucho olvidado. Ojo, no digo que no sean necesarios los servicios secretos, no es ese el debate que quiero plantear; sólo me pregunto quién asume la responsabilidad sobre esos actos y sus consecuencias. Los respetables ciudadanos siempre podremos alegar que no estábamos debidamente informados de su existencia. Hay que tener en cuenta que la mayor parte de estas operaciones (por su propia naturaleza) son realizadas totalmente fuera del alcance del radar de la opinión pública, o de la prensa; y las que se acaban conociendo son, en el mejor de los casos, convenientemente filtradas, y algunas acaban desclasificadas parcialmente decenas de años después (aunque, en nuestro fuero interno todos nosotros sabemos, de forma indudable, que se están cometiendo otras similares ahora mismo y, lo que es incluso peor, realizándose en nuestro nombre como en Omelas).
De esta forma, me asalta la siguiente pregunta: ¿ Y tú, te quedas o te alejas de Omelas? Y me vienen a la cabeza las palabras de Marlowe –el narrador de El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad– a la esposa del coronel Kurtz casi al final del libro, tan terribles y duras, y tan actuales como cuando se escribieron hace ya más de cien años: “Estaba a punto de gritarle: '¿No las oye usted?' La oscuridad las repetía en un susurro que parecía aumentar amenazadoramente como el primer silbido de un viento creciente. '¡Ah, el horror! ¡El horror!'”.
Como cada semana, tenemos polémica. Esta semana toca hablar del posible indulto a los condenados por lo sucedido durante el fallido proceso de intento de independencia en Cataluña. La semana pasada fue la crisis con Marruecos desencadenada por la hospitalización en Logroño del líder del Frente Polisario. La anterior… ¿álguien se acuerda? Siempre hay algo por lo que enfrentarse, con la cara roja y la vena del cuello a punto de estallar, con el “adversario”.
Las posturas pueden adivinarse de antemano sin miedo a errar. Tal sector ideológico va a apoyar tal postura, y el sector antagónico apoyará la antagónica, desde la barra del bar hasta el Congreso de los Diputados, azuzados todos por los medios de comunicación, muchos de ellos propiedad de grandes empresas que cotizan en bolsa, desde el programa mañanero de la tía Paca hasta el informativo de la noche en la cadena estatal.
Ocupados en estos temas, ensordecidos por el fragor de la batalla, nos distraemos acerca de cuáles son los males que azotan a la inmensa mayoría y que realmente nos preocupan, o deberían. El paro juvenil y los que ya tienen 30 años y no han podido todavía cotizar, y la justa distribución del trabajo, la viabilidad de las pensiones de quienes llevan ya mucho tiempo trabajando y, ya cansados, ven cómo su posibilidad de descanso se esfuma, el derecho a poder operarse de un cáncer, si hiciese falta, sin necesidad que pagar para ello cantidades de dinero de las que no disponemos, la posibilidad de pasar tiempo con nuestros hijos hoy en día en que los dos miembros de una pareja se ven obligados a trabajar para salir adelante, o de estudiar mientras se trabaja para poder aspirar a un futuro laboral mejor, la calidad y accesibilidad de la educación, ya que sin ella estamos perdidos como sociedad y condenados al fracaso, pues sin educación la experiencia y el aprendizaje obtenido durante siglos cae en el olvido.
No quiero decir que otros temas que suelen estar de actualidad no sean también importantes, pero creo que relegamos a un segundo plano lo que verdaderamente importa para centrarnos en asuntos que son muy apetitosos para la polémica, interesada por parte de algunos, pero que al final solo desvían nuestra atención y consumen nuestras energías dejando de lado lo que de verdad debería preocuparnos.
Por eso creo que deberíamos ser -todavía- más exigentes, constantes e insistentes reivindicando todas esas cosas que condicionan nuestra calidad de vida, y llevar esas reivindicaciones a todas partes para que en ningún momento ni lugar pasen desapercibidas detrás de las cortinas de humo que les restan visibilidad.
menéame