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El autodenominado “anarcocapitalista” prometió pulverizar la inflación, dolarizar la economía y devolver a Argentina la prosperidad perdida. Lo que consiguió fue una recesión de dimensiones históricas, con el consumo desplomado, la industria paralizada y un deterioro social que recuerda a las crisis de finales del siglo XX. Los salarios reales se redujeron a niveles de hace dos décadas, y la pobreza supera ya al 55% de la población, con la indigencia en su punto más alto en treinta años.