El día 16 dé diciembre de 1870, el Congreso sometía a votos una propuesta de la Presidencia: ¿Se le concede o no se le concede la palabra a Castelar? Y cuatro diputados votaron que sí; los sufragios en contra sumaron 101. El Congreso decidía que no hablase el orador. Era un espectáculo, era una fiesta oírle. La prensa anunciaba sus intervenciones; aparecían abarrotadas las tribunas. Color; melodía, gracia, conjugaban en su voz. Una voz fría pero que; empastándose, tomaba gravedad, cuerpo. A contribución de su voz ponía cuanto le era posible...
Comentarios
Uno de esos buenos políticos que demuestran que los ignorantes que afirman que todos son iguales se equivocan. De hecho, la mayoría de esos no conocen seguramente a Castelar.
El orador por excelencia, maestro de retórica.