La Diada menos multitudinaria de la última década expone las tensiones partidistas y diluye la potencia del movimiento independentista. Han pasado diez años desde la primera gran manifestación independentista y las cosas han cambiado sustancialmente. La aplicación imparable de la ley del péndulo ha invertido todos y cada uno de esos sentimientos primeros y ha convertido la unidad en división, la ilusión en desesperación y la inocencia en rabia.
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