El declive económico de Italia no es inevitable. Pero para frenarlo, hay que dejar de caer en el mito de un país cuya singularidad proviene de una cierta cultura de la ilegalidad. Corresponde al Estado hacer cumplir la ley y fomentar un clima empresarial favorable. Para Andrea Capussela, este no es el camino que sigue Giorgia Meloni: no ha hecho nada para atajar los males que minan la economía italiana, sino todo lo contrario. De seguir así, estos problemas podrían extenderse al resto del continente.
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