En Estados Unidos, el candidato presidencial de cada partido político se escoge a través de un complejo proceso basado en primarias y caucus que se estableció en 1968 para dar mayor poder de decisión a la ciudadanía. No obstante, en estos no se escoge el candidato que después competirá por ocupar la Casa Blanca propiamente dicho, sino a los delegados que después votarán por uno o por otro en la Convención Nacional de su partido, de la que sí saldrá el flamante candidato a presidente.
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Son una vuelta de tuerca más al circo a tres pistas que es la política estadounidense y su astronómico número de reglas, leyes, normas y especificaciones que regulan todo el proceso para que al final del mismo el poder jamás se mueva de manos de los criminales de siempre.
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