Hace 2 años | Por vicus. a ctxt.es
Publicado hace 2 años por vicus. a ctxt.es

Un sector de la derecha y uno de la izquierda están de acuerdo en que está bien bombardear a civiles, a condición de que los bombardeados sean malos. Comparten la misma visión nihilista sobre la legalidad internacional

Comentarios

D

#3 Yo de momento ya he leído que Rusia no tiene ese tipo de misiles (argumentario oficial ruso, desmentido por imágenes de bases rusas con ese tipo de misiles), y también he leído por ahí que sospechosamente no se ven cráteres de misiles, y seguramente sea un montaje ucraniano

n1kon3500

#7 tiene sentido militar por parte de los rusos no dejar escapar a los civiles para que le den problemas a las fuerzas del orden a los ucranianos.

Pero… hay que ser especialmente salvaje para ponerlo en práctica

ElTraba

#8 aha, lo mismo que hicieron los ucranianos en mariupol, no dejar salir a centenares de miles de civiles. No?

Quieres que te ponga testimonios?

Eibi6

#1 en el caso de los latinoamericanos yo creo que va más por un mero tema de negocios que otra cosa. Aquí es por postureo antiOtan

Krab

#1 Y en nuestra propia izquierda no andamos mucho mejor. Al menos, en esta ocasión los líderes y principales figuras de los partidos han tenido un mínimo de sentido común, en lugar de arrojarse de cabeza al sinsentido como pasa en otros temas.
Pero como se puede ver por aquí en cierto sector de usuarios de Meneame, que se dicen a sí mismos de izquierda (ejem), hay quienes no habrían dudado en cagarla otra vez con un posicionamiento vergonzoso ante esta catástrofe.

vicus.

#5 Es lo que tiene el sectarismo en la política, con tal de defender a los tuyos, aceptas lo inaceptable y lo inesplicable, con tal de salvaguardar el sistema, la democracia, tu confor, el sistema que te da tu estilo de vida, por que desgraciadamente, vivimos de eso, de extraer las riquezas de los países mas déviles, propiciando guerras o golpes de estado, para poner al títere de turno. El capitalismo con su política neoliberal es el cáncer del mundo.

Mosquitocabrón

#9 Débiles.

vicus.

#14 Qué cansinos sos con la fartas de oltodo o no grafía.. tené que darse cuenta que hay gente como yo, que tiene tartamudez dactilar, y que le resulta difícil controlar el teclado, y sobre todo el del celular..

Mosquitocabrón

#15 Todo se puede mejorar con esfuerzo.
¡Ánimo!

vicus.

#16 sos unos casalibres..jajajaja

ElTraba

#1 el único genocida en este conflicto es Zelensky y ucrania.

Los que matan civiles por etnia o cultura, es ucrania. Desde hace más de 8 años.

Putin esta invadiendo y causando bajas civiles, es innegable. Pero eso no es genocidio.

Hablemos con propiedad al menos.

vicus.

#19 Zelenski no ha matado a nadie, de momento, solo es un buen actor, nada más lejos de la realidad..

ElTraba

#24 el que da la orden tiene la misma culpa que el que aprieta el gatillo

Si no, di lo mismo con Putin, Putin no ha matado a nadie no?

vicus.

#25 Bueno..Putin era agente de la KGB, a alguien habrá matado y polonizado, digo yo..

ElTraba

#26 suposiciones en todo caso.

Aún así, eso es de ver muchas películas.

vicus.

#27 supusitorios de polonio,nen ..

ElTraba

#28 pregúntale a abramovich y a los negociadore ucranianos envenenados por rusia por cuestiones medioambientales.

carakola

Vaya capullada el referirse a los antecedentes del conflicto como justificación. Otro que confunde la explicación con la justificacón, o más bien intenta confundir al lector.

MiguelDeUnamano

#22 ¿Qué tiene que ver eso con mi comentario? Estoy señalando una contradicción. A no ser que en su particular mente, "los medios de izquierda que están aplicando el sentido común" estén dirigidos y escritos por gente de derechas.

Manipulas consciente o inconscientemente: los mismos izquierdistas que defienden implica a esa parte de la izquierda que ha tenido esa actitud, no a "toda la izquierda" como dices en tu comentario.

ic.wiener.3

Que bien escribe Alba Rico cuando trata de cosas concretas.

S

No me deja leer el artículo, a menos que sea solo la foto y el titular. En todo caso no creo que todo sea tan fácil como decir que unos son los buenos y otros los malos, y que haya una forma de actuar correcta. Si alguien hace un copia pega para "traducir" el texto, mejor.

MiguelDeUnamano

#18 Han escandalizado con razón las declaraciones de María Jamardo, periodista radical, en un programa de Telecinco: “Ni el que bombardeaba era tan malo ni los que eran bombardeados eran tan buenos”, refiriéndose al bombardeo de Gernika por los nazis en 1937, crimen invocado por el presidente ucraniano en su comparecencia ante el Congreso de los Diputados el pasado martes. Zelenski, mal informado, creyó haber encontrado un símbolo universal capaz de concitar a su favor la imaginación indignada de todos los españoles; ignoraba que nuestro batallón Azov, mucho más numeroso que el ucraniano, sigue justificando el golpe de Estado de Franco y agradeciendo la ayuda alemana contra los malvados comunistas y los perversos separatistas vascos. Ahora bien, lo que tampoco sabía Zelenski es que sus palabras iban a molestar asimismo a un sector de la izquierda (al que yo llamo “estalibán”) que ha considerado que las palabras de Jamardo, monstruosas en el caso de España, sí son aplicables, en cambio, al de Rusia y Ucrania: ni los bombardeadores rusos son tan malos ni los bombardeados ucranianos son tan buenos. Aún más: los rusos son de algún modo los buenos, pues están bombardeando a los nazis ucranianos. Un sector de la derecha y un sector de la izquierda están de acuerdo en que está bien bombardear a civiles en otro país, a condición de que los bombardeados sean malos. Comparten la misma visión nihilista sobre el derecho y la legalidad internacional; discrepan sobre el contenido de la maldad a extirpar.

Esta argumentación estalibana –multiplicada en tuits durante los últimos días– es uno de los proteicos procedimientos, unos más inteligentes, otros más romos, empleados desde la izquierda para clonar sin mucha vergüenza la propaganda del agresor ruso. No es que no sepan que hay que desconfiar de la propaganda de una potencia invasora; lo han hecho siempre, y con tino, mientras el invasor era EE.UU. o la OTAN. No se puede dar credibilidad, lo sabemos, a lo que dice un asesino; si quiero creer en sus palabras, en consecuencia, necesito exculpar o atenuar su participación en el crimen. Para confiar en la propaganda rusa, en definitiva, como otras veces ocurrió con la estadounidense, es necesario invertir la relación víctima/victimario y atribuir toda la responsabilidad de lo que está ocurriendo al bombardeado. Si probamos que los ucranianos, marionetas de la OTAN y los EE.UU., son los culpables, entonces podemos creer y repetir lo que dice el Kremlin. Esta inversión de papeles, de una notable infamia ética, es la norma propagandística de las agresiones imperiales y así la criticamos en Iraq y Afganistán. Hoy sucumben a esta norma muchos izquierdistas que, entre el negacionismo y la contextualización, no tienen empacho en oponer al pensamiento mainstream pro-ucraniano la propaganda mainstream pro-invasión. Las matanzas de Bucha han activado verdaderos delirios. Se ha llegado a regañar a los periodistas sobre el terreno –gente como Alberto Sicilia, Hibai Arbide o Mikel Ayestaran– por tomarse en serio los testimonios de los supervivientes y no hablar de “presuntos crímenes de guerra”, cautela judicial que, en realidad, algunos querrían extender a la guerra misma: “presunta” invasión rusa, “presuntos” bombardeos sobre Ucrania, “presunto” asedio a Mariupol. Rusia no puede estar haciendo lo que se le atribuye porque es la víctima; y es víctima también, por tanto, de la propaganda enemiga. Analistas finos y panfletarios necios, políticos travestidos de periodistas y estalibanes chiflados comparten este horizonte fáctico, matriz de todas sus semejanzas discursivas: si Rusia invade Ucrania, es EE.UU. quien invade Ucrania; si Rusia bombardea Ucrania, es la OTAN quien bombardea Ucrania. No está ocurriendo lo que está ocurriendo sino todo lo contrario. El negacionismo no puede ceñirse, no, a las matanzas de Bucha; las matanzas de Bucha pueden ser negadas, al revés, porque se niega de raíz la agresión de Putin y, por lo tanto, sus consecuencias. Si no fuese trágico, resultaría enternecedor ver a tanta gente adulta, algunas veces sensata, a veces incluso amiga, arrastrada por esta necesidad infantil de creer en la bondad o, al menos, la legitimidad de “nuestro” criminal preferido.

¿Y por qué es “nuestro”? Nos asaltan como regüeldos de la Guerra Fría. Algunos, incluso muy jóvenes, sucumben a la ilusión porque, pese a sus alianzas con la extrema derecha mundial, pese a sus declaraciones contra Lenin, ven una continuidad entre Putin y la revolución bolchevique. Hay un rescoldo soviético en la rebeldía antisistema de cierta izquierda, como hay un rescoldo de nostalgia franquista en la rebeldía antisistema de la derecha. La mayoría sucumbe, en todo caso, porque siguen pensando, en definitiva, la inquietante pluralidad del nuevo orden mundial con años de retraso; es decir, contra la hegemonía absoluta de los EEUU y la OTAN. Su posición revela una especie de etnocentrismo negativo y, en realidad, muy narcisista: son nuestras instituciones occidentales las que introducen todo el mal en el mundo. Contra ellas no solo está permitido cualquier medio; es peor: contra ellas, acabamos reivindicando, como política y socialmente superiores, dictaduras atroces (pensemos, por ejemplo, en Bachar Al-Asad) e imperialismos alternativos, como el ruso, cuya intervención criminal en Siria pasamos por alto o defendimos como liberadora. No cabe descartar que, si Arabia Saudí se acercase un día demasiado a China y el régimen teocrático de Riad, hoy amigo de EE.UU., fuese cuestionado y presionado desde la Casa Blanca, Salmán acabaría pareciéndonos simpático y las lapidaciones revolucionarias y progresistas.

Esta inversión de papeles (entre víctimas y victimarios) suele utilizar dos expedientes cognitivos. Uno es el fatalismo geopolítico; es decir, la geopolítica reducida a realpolitik. El otro es el historicismo moral; es decir, la historia concebida como guerra contra el mal. Este último es el que, desde el lado izquierdo, reproduce la frase de Jamardo: aceptando que Ucrania estuviera siendo bombardeada (lo que aún debe ser probado), de algún modo lo merece por su acercamiento a la UE, la OTAN y EE.UU.: los ucranianos no son tan buenos como parece; no son tan buenos como nos dicen los medios. De pronto, la misma izquierda que, con razón, dejó provisionalmente a un lado la sangrienta dictadura de Sadam Hussein para condenar, con más razón, la invasión estadounidense de Iraq, se vuelve ahora casuística y quisquillosa. Hay que saber si Ucrania es y hasta qué punto una democracia, recorrer ojo avizor la biografía de Zelenski, denunciar cada grupúsculo nazi y mostrarse muy sensible –mientras se justifica o se silencia la tiranía del Baaz en Siria– frente a la suspensión, por lo demás injustificable, de partidos políticos en Ucrania. Hay que mostrarse moralmente intolerantes con los imperdonables, pero aislados, crímenes de guerra del ejército ucraniano mientras se consideran “presuntas” las matanzas rusas, los bombardeos rusos y la propia invasión de Ucrania por parte de Rusia.

Esta criminalización casuística de la víctima suele inscribirse en un fatalismo geopolítico resumido en un pensamiento que, incluso en los textos más razonados y mejor documentados, asume más o menos esta fórmula: “Es lo que ocurre cuando se mete el dedo en el ojo al viejo Oso ruso”. La misma izquierda que considera legítimo y hasta imperativo que Latinoamérica se libre del tradicional yugo estadounidense, la que denunció Bahía de Cochinos y celebró la victoria cubana, la que se muestra justificadamente indignada con cada cambio de gobierno amañado desde Washington, acepta como un dictado de la realpolitik el derecho de Rusia a tener su propio “patio de atrás”. Una especie de fatalismo mecánico nos obliga a tener en cuenta las consecuencias de meter el dedo en el ojo del Oso, que no puede evitar los zarpazos, mientras que, al contrario, se debe revolucionariamente agujerear el sombrero del viejo tío Sam y desplumar al Águila estadounidense. Meter el dedo en el ojo del Oso es reprobable; arrancar una pluma del pecho del Águila es encomiable, legítimo, necesario, festejable. Como consecuencia de la combinación de estas dos lógicas –el fatalismo geopolítico y el historicismo moral– este sector de la izquierda no espera jamás a los hechos porque no espera jamás que la historia produzca ningún hecho: sabe de antemano qué pueblos actúan de manera espontánea y cuáles están siendo manipulados por la OTAN y EE.UU.; y decide, por tanto, qué pueblos tienen derecho a rebelarse contra una tiranía, nacional o extranjera, y cuáles deben someterse a las necesidades de la lucha contra el imperialismo yanqui. De esta manera, decreta de antemano que los hechos en Ucrania –la matanza de Bucha, por ejemplo– es propaganda ucraniana mientras que la propaganda rusa, en el espejo, es un hecho incontestable. El invasor es la verdadera víctima y no miente; y por eso replicamos y difundimos sus versiones con la fruición mística del que, contra las legañas del “pensamiento dominante”, tiene un acceso directo y privilegiado a la verdad.

Porque hay también mucho elitismo en esta izquierda estalibana a la que le gusta tener razón contra el sentido común y el común de los mortales, atrapados en las tripas del sistema, ciegos y mansos. Ese elitismo es, en espíritu, el mismo que, contra el “sistema”, hemos visto entre los negacionistas y antivacunas durante la pandemia; y no es raro, por tanto, que aquí se mezclen las derechas y las izquierdas, Javier Couso y César Vidal, Iker Jiménez y Beatriz Talegón, terraplanistas y anti-imperialistas. Como he escrito otras veces, allí donde los marcos de credibilidad compartidos, institucionales y mediáticos, se han debilitado, la máxima incredulidad se convierte en el umbral de la máxima credulidad. Cuando ya no se cree en nada se está a punto de creer en cualquier cosa. No tenemos ni siquiera una mentira compartida, de manera que la mentira más minoritaria, la que menos gente comparte,

Pejeta

Ufff menos mal que no me hice suscriptor de Ctxt y estuve a un clic. Ahora recuerdo cuando lo deje de Nacional Geográfic, que publicó un artículo apoyando la invasión de Irak.

D

No nos cuenta nada nuevo que no hayamos leído ya estas semanas en todo tipo de medios de izquierda que están aplicando el sentido común: la izquierda española no son proputin, son anti-occidente. Odian con todas sus fuerzas cualquier cosa que puedan relacionar con EEUU, OTAN, “España”, Iglesia, derecha, capitalismo, liberalismo, Hollywood, empresas, etc…
No es que tengan una visión crítica no, es que odian todo lo dicho hasta lo más profundo de su organismo. Un odio que les ciega de tal manera que llegan hasta a justificar la violencia que se ejerza contra cualquier persona que ellos consideren cercana a esa idea de occidente que tanto les molesta.
Aquí podemos verlo constantemente con comentarios “contextualizando” la violencia de ETA, la islamista, la antifascista, la rusa, la china, cualquier tipo de agresión a las fuerzas de seguridad, hasta a los putos piratas de Somalia, Alsasua.. lo que sea, no tienen pudor.
Y por otro lado nada, absolutamente nada que haga quienes ellos consideran los malos estará bien. Que el PP aleja el Prestige, pues Nunca Maix, que el PP acerca el Prestige, pues Nunca Maix, que el PP envía el Prestige a una quinta dimensión, pues Nunca Maix.

vicus.

#10 No a la guerra. Guerra nunca máis.

p3riko

#13 fue la izquierda española la que estaba aconsejando/pidiendo que se rindiesen ante rusia, tal y como dice el articulo.
Así, los mismos izquierdistas que defienden, a nivel local, el derecho a la soberanía, se la niegan a nivel internacional a los ucranianos, a los que se pide, en nombre del pacifismo, que se rindan al poder del más fuerte, a condición de que no sea estadounidense