Me encanta pasear por la ciudad o el campo siempre que surge la ocasión. Ambos, cada cual a su manera, te ofrecen disfrutar de la estación de los ocres, las castañas asadas, el crujir de las hojas, el fresquito de las siete de la tarde, la lluvia ligera… Todo un privilegio en los tiempos que corren.
Pero si hay algo que todavía me gusta más es llegar a casa. Descalzarme, aparcar el paraguas, el calor de hogar, los jerséis calentitos, las velas de cereza, un bizcocho recién horneado, una taza bien caliente entre manos