Los aparatosos ordenadores centrales desaparecen. Ni siquiera hay PCs. En estas factorías futuristas todo queda resumido en un hardware del tamaño de un azucarillo y en miles de sensores —cada uno vale menos de un euro— personalizados para cada tarea y máquina.
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¿Y la tercera?
¿Y donde juegan al Buscaminas?