Es muy común escuchar que la izquierda moderna ha abandonado la “lucha de clases”. ¿Qué hay de cierto en esta afirmación? Aunque suene caduco —y lo es en esos términos—, la izquierda moderna ha dejado de lado el eje materialista de la política para centrarse en el identitario. Para demostrar por qué la derecha obtiene más votos de las clases trabajadoras, voy a usar conceptos de la psicología y la filosofía y los contrastaré con un artículo de Jacobinlat.
Gustavo Bueno escribió un libro llamado "El mito de la izquierda", donde plantea que no existe una sola izquierda canónica, sino una serie de izquierdas con objetivos y políticas diferentes. Por ejemplo, tendríamos la izquierda comunista, anarquista, socialista, etc. En concreto, destacaba un tipo de izquierda posmoderna a la que califica como “indefinida”. Esta izquierda se articula en el plano ideológico y no en un plano material; está más centrada en las ideas que en impulsar leyes y medidas que mejoren la calidad de vida de los trabajadores. Esta izquierda es la que predomina hoy en día.
Tras la Segunda Guerra Mundial, Europa crecía muy rápido, prácticamente al mismo nivel que Estados Unidos. Sin embargo, una vez se alcanzaron unos mínimos del Estado del Bienestar, la izquierda europea empezó a dedicarse a varios “ismos”: ecologismo, animalismo, feminismo, anticolonialismo, etc. Ahora que el crecimiento económico está estancado, la vivienda por las nubes, la amenza de guerra con Rusia y la IA, la izquierda no sabe salir de esa posición indefinida y ha cedido su espacio político tradicional —centrado en el dinero y el bienestar material— a la derecha.
Esta misma tesis se plantea en este artículo de Jacobinlat, medio de referencia en Meneame: jacobinlat.com/2025/11/la-izquierda-esta-saliendo-de-la-edad-oscura-ne
“Debido a que la izquierda se alejó del lenguaje y la política de clase —y de priorizar las demandas económicas— y se inclinó hacia la identidad y la cultura, fue la extrema derecha, y no la izquierda, la que pudo capitalizar la crisis.”
“Precisamente debido a la obvia futilidad de la política de identidad y su agresiva variante ‘woke’, una sección creciente de socialistas está empezando a entender que toda la cultura interseccional es un callejón sin salida político, al menos para los objetivos que los progresistas han tenido tradicionalmente.”
Irene Montero, denunciando cómo no deben sentarse las mujeres: www.tiktok.com/@irenemontero_/video/7577363546284117270
JotDown diciendo que Rosalía es cristofascista: www.jotdown.es/2025/11/lux-lo-obsceno-y-el-fascismo/
Leticia Dolera criticando que OnlyFans es una herramienta del patriarcado: www.elmundo.es/papel/lideres/2025/11/27/6925cadee85ece7a478b4599.html
Críticas a la apropiación cultural desde la derecha: www.meneame.net/story/lilly-wachowski-reflexiona-sobre-apropiacion-mat
Es imposible que ningun proletario, trabajador del campo etc se sienta identificado con este discurso. Esta en las antipodas de su vida cotidiana.
El psicólogo Abraham Maslow propuso una teoría sobre las necesidades humanas representadas como una pirámide. En la base tenemos las necesidades fisiológicas más básicas. En la segunda capa se encuentran las necesidades de seguridad: seguridad física, empleo estable, vivienda asegurada, buena calidad de vida, propiedad privada, etc.
Aquí es donde la derecha se maneja como pez en el agua. Todo su discurso se materializa en estos dos estratos: el miedo al inmigrante, la reducción de impuestos, y en general, mensajes centrados en la seguridad y el dinero. Este encaje ayuda a entender por qué los mensajes conservadores conectan más fácilmente con quienes priorizan estabilidad material.
Por el contrario, la izquierda indefinida se siente más cómoda dialogando sobre los estratos superiores: autorrealización, reconocimiento y afiliación. Se mueve en el terreno de las ideas y las ideologías. La derecha también opera en estos estratos superiores —por ejemplo, con ideas como la monarquía, la iglesia, la patria o la nación—, pero siempre supeditándolos al plano material.
Esta es una de las razones por las que los pobres votan a la derecha: sienten que la derecha representa, al menos discursivamente, mejor sus intereses. No se sienten representados por discursos que provienen de una burguesía acomodada y que se centran en cuestiones como las discusiones de género, la autodeterminación o las batallas culturales. Mientras la izquierda se desgañita en esta dialéctica, la derecha ocupa por la fuerza ese espacio político. En definitiva, el desajuste entre el lenguaje posmaterial y las necesidades materiales crea una desconexión electoral evidente.

De acuerdo con el artículo citado, la victoria de Mamdami se debió precisamente al abandono del discurso identitario en favor del discurso materialista:
“Si hubieras mirado a Mamdani hace cinco años, habrías encontrado a un izquierdista estadounidense muy elitista, muy enclaustrado e identitario, del tipo que puebla la política universitaria, todo lo contrario a la cultura de Sanders. Pero hoy, en su campaña para la alcaldía de Nueva York y en su persona pública, vemos una transformación dramática, casi asombrosa. Hace cuatro años, encarnaba mucho de lo que estoy criticando. Pero hoy es un socialista al estilo Sanders, centrando su campaña en las condiciones económicas de la gente trabajadora.”
En suma, el alejamiento de la izquierda respecto a la lucha de clases no es un mito sin fundamento, sino un fenómeno político verificable que ha transformado su relación histórica con las clases trabajadoras. La combinación del giro posmaterialista, la centralidad del discurso identitario y la pérdida de un lenguaje económico común ha generado una fractura profunda entre la izquierda de salón y las clases populares. Mientras tanto, la derecha ha sabido ocupar ese vacío ofreciendo un relato sencillo, emocional y orientado hacia la seguridad material, lo que explica buena parte de su crecimiento entre los votantes de rentas más bajas.
Como muestra el caso de Mamdani, cuando la izquierda recupera un enfoque materialista y vuelve a poner en el centro los salarios, la vivienda, los servicios públicos y las condiciones de vida, logra reconectar con amplias capas de la población.
"La clase obrera no quiere una revolucion, solo quiere dinero" Alan Moore - From Hell


Nueva recopilación de meteduras de pata de los medios en que tiene que ver con cuestiones numéricas. La primera es de El Economista, donde aseguran que la cuota de BYD en Reino Unido es del 0,41% con 43.740 unidades vendidas. Eso es una barbaridad y equivaldría a que en Reino Unido se estuvieran vendiendo más de 10 millones de coches al año. La realidad es que la cuota del 0,41% era la de 2024 y la actual es del 2,33%.

Como hay algún otro medio como El País que ha cometido el mismo error, me da que es algo que viene de agencia o de una nota de prensa de la propia empresa que nadie se ha molestado en comprobar.

La siguiente es también de El Economista (son incansables), donde aseguran que el turismo aporta 700.000 millones al superávit exterior de España, cuando luego el texto indican que es 70.000 millones.

Y por último tenemos a La Voz de Galicia, que también les ha dado por hacer comparaciones sobre lo que suponía El Gordo de Navidad en distintas épocas, pero con un resultado desastroso, que en tres se han equivocado en el importe del premio:

menéame