Hace 14 años | Por Tomaydaca a sipse.com
Publicado hace 14 años por Tomaydaca a sipse.com

Luis Moreno-Ocampo se lo había pedido muchas veces desde que se convirtió en fiscal jefe de la Corte Penal Internacional (CPI). Y el juez Baltasar Garzón siempre le había respondido que no, que no podía trabajar para él en La Haya porque estaba muy ocupado con sus casos en el juzgado número cinco de la Audiencia Nacional española. Ya no. La réplica del cuadro de Pablo Picasso que colgaba en su despacho en la Audiencia Nacional como recuerdo del bárbaro bombardeo de Gernika durante la Guerra Civil se mudo ahora a un cuarto mucho más pequeño.

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"Mi labor aquí es la de consultor. Vengo a colaborar en lo que pueda, en función de mi experiencia. No puedo abrir investigaciones. No vengo como juez. Vengo a hacer lo que me pida el fiscal", asegura Garzón.

"Me encuentro bien, un poco abrumado. Esto es un reto profesional importantísimo porque es un ámbito que conozco sólo desde la perspectiva teórica, pero no práctica. La dificultad de investigar sobre el terreno, de obtener pruebas, el no disponer de una fuerza policial propia, tener que garantizar la seguridad de los testigos... Todo es mucho más grande. En vez de dos centenares de víctimas, tenemos dos millones y medio. Para mí va a ser muy enriquecedor porque voy a ver los crímenes que siempre he perseguido desde una perspectiva única".

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Cuando empezó a trabajar en la Audiencia Nacional, hace 22 años, Garzón se prometió a sí mismo que no se iría hasta vivir el fin del terrorismo de ETA: "Lo sigo pensando. Pero la vida sigue. No fue bueno planteárselo como un reto personal".