Una inspección ocular debería ser algo rutinario, pero aquella no lo era. A veces, cuando vemos mal por un ojo, ni siquiera somos conscientes, porque el cerebro interpola la información de ambos y reconstruye una imagen nítida, incluso se inventa la imagen del punto ciego. Pero María Ferro tenía un problema más grave: Su ojo izquierdo veía las cosas tal y como son, y había comprobado que el cerebro se inventa demasiado: hasta la propia luz era mentira.
Le dirían de nuevo que era neurológico, malformaciones oníricas, tanto la luz plateada y metálica, como las ondulantes proyecciones del pensamiento ajeno; las figuras pesadamente intensas sostenidas por filamentos, la extrusión de otros sentidos mezclándose con la imagen en una orgía de sinestesia policromada, polisensitiva, polilobulada, polisémica...
Pero ahora veía igual por el derecho, y los perfumes eran canciones.
Y tanta belleza era insoportable.
Y un tanto plata cremosa allegro moderato.