Llevo usando Menéame desde 2007. Han pasado casi dos décadas y, aunque muchas cosas han cambiado en internet, siempre mantuve el hábito de entrar aquí, como quien pasa por el bar de siempre aunque ya no sea lo que era. Menéame fue durante muchos años mi portal favorito para informarme, para descubrir noticias interesantes, artículos frikis, para leer comentarios brillantes o simplemente para pasar un rato viendo qué opinaba la comunidad de turno. Aquí descubrí artículos que me marcaron, debates que me hicieron cambiar de opinión, y hasta usuarios con los que, aunque nunca hablé directamente, terminé sintiendo cierta conexión intelectual. Pero hoy, tengo que decirlo con tristeza: este ya no es el Menéame que conocí.
No es solo una cuestión de nostalgia. El problema es que Menéame ha dejado de ser un agregador plural de noticias. La portada ya no refleja la actualidad de forma equilibrada, sino que muestra una selección de contenidos cada vez más sesgada hacia una visión ideológica concreta. Y no me malinterpretéis: no se trata de estar a favor o en contra de una ideología. Se trata de que cuando todo lo que ves refuerza una misma narrativa, lo que pierdes es la capacidad de contraste, de debate, de pensar con matices.
Lo más preocupante es cómo se ha degradado la conversación. Disentir no solo no se tolera, sino que se castiga activamente. La comunidad ha construido un sistema en el que el karma se convierte en un arma y ridiculizar sustituye al argumento. Muchas voces se han ido apagando —algunas, incluso, con las que no estaba de acuerdo, pero que hacían que esto tuviera vida—. Hoy, el debate se ha vuelto predecible y monótono. Y no porque falten temas, sino porque lo que no encaja, no prospera.
Sigo entrando en Menéame por inercia, quizá por cariño, quizá por esa absurda fidelidad digital que uno le guarda a ciertos rincones de internet. Pero si me preguntan si recomendaría esta web a alguien que quiera estar bien informado, la respuesta es un rotundo no. Menéame ya no es un sitio para informarse: es un sitio para reafirmarse. Y eso no es periodismo, ni es comunidad, ni es conversación.
No escribo esto desde el enfado, sino desde la tristeza. Porque me gustaría que Menéame recuperara algo de lo que fue. Que volviera a ser un espacio donde uno pudiera encontrar diversidad, inteligencia, ironía sana, pluralidad real. Pero tal y como está ahora, 2025 se siente como el año en el que finalmente Menéame perdió su esencia.
Ojalá me equivoque.