La vida dentro de un calcetín

Genaro estuvo ligado a sus calcetines desde siempre. Él mismo se los remendaba, sin quitárselos del todo, ya desde temprana edad.

En su juventud se ponía calcetines bajo las medias de fútbol, para jugar volley en la playa (y no quemarse con la arena caliente) e incluso para bucear: su tío Josemari le recomendó ponerse unos bien gordos para que las aletas no le hicieran rozaduras.

No era de extrañar que pronto fundara un pequeño negocio de calcetines personalizados, que en algún punto tornó en empresa; y luego, en imperio textil internacional.

Genaro nunca tuvo hijos. Tras su repentina muerte, dentro de un coche incendiado, sus familiares quisieron clonarle. No hubo forma de sacar ADN válido del cadáver calcinado. Suerte que, dentro de su gran colección personal de calcetines, había uno muy especial de su adolescencia. Allí encontraron sustanciosas muestras, en cantidad y calidad, para dicho propósito.